Desde San Lázaro

Paradigmas y libertad de expresión

La forma en que piensa gobernar el presidente electo rompe paradigmas, por lo que no es deseable que ante la crítica se persiga y hostigue a los que expresan su opinión.

Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo: Albert Einstein

Cierto, la forma en que piensa gobernar el Presidente electo es totalmente disruptiva y rompe paradigmas, todo ello prende los focos rojos por innumerables temas que son altamente cuestionados, no por los mexicanos que le extendieron un cheque en blanco para gobernar, sino por periodistas, políticos, académicos e investigadores, muchos de ellos, los menos, le otorgan el beneficio de la duda, los más, lo critican y con argumentos de peso.

Así se cuestiona la descentralización de las oficinas públicas hacia el interior de la República, se pone en tela juicio los nombramientos de personajes non gratos para la opinión pública, se le critica que desde el 2 de julio se haya apropiado de la agenda nacional y que, sin ser presidente aún, asuma un rol que no le corresponde, ya que será jefe del Ejecutivo federal a partir del 1 de diciembre. Por ello ahora hay dos gabinetes, el formal, el de Peña Nieto, y el otro, el informal, que ya toma decisiones sin tener atribuciones para ello.

Así también sucede con los Foros por la Paz; los nombramientos de delegados estatales; la definición de macroobras, como el Tren Maya, y la consulta popular sobre el destino del nuevo aeropuerto.

Andrés Manuel López Obrador no va a vivir ni a trabajar en Los Pinos, no utilizará el avión presidencial y no dispondrá del Estado Mayor Presidencial para su protección. Lo cuidarán 20 personas que saben de todo menos de resguardo y seguridad personal.

Estos son sólo algunos temas de la extensa agenda que a diario fija el Presidente electo y que es festejada por sus seguidores y criticada por sus detractores, y que no obstante que le faltan dos meses y medio para que tome posesión, ya hay decisiones que tienen implicaciones legales.

Sólo el tiempo dirá en qué tuvo razón AMLO y en qué no, para lograr el superior objetivo de alcanzar un México más incluyente que permita combatir las desigualdades sociales, revertir el flagelo de la inseguridad pública y, tal como lo ha dicho, terminar la corrupción.

Claro, hay que aplaudirle la cruzada que ha emprendido contra el dispendio y las canonjías que tienen los funcionarios públicos y la obligada medianía en el que deben de vivir y otras acciones que, más allá de caer en el campo del populismo, son un alivio para ciertos sectores de la población, como los adultos mayores.

Ante un personaje que rompe paradigmas se debe tener una diferente óptica para analizar su accionar, no debe ser la tradicional mirada para calificar sus actos, sino se deben considerar los argumentos que sustentan los cambios para emitir juicios sumarios.

No todo lo que ha enunciado López Obrador se va a cristalizar, ni siquiera en el largo plazo; sin embargo, esos ajustes en el camino y el aceptar los yerros son propios del ejercicio de gobierno.

En todo ese torbellino de cambios que hará el próximo presidente debe prevalecer ante todo, principalmente ante la crítica, la máxima de Voltaire: "No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo". Y esto es precisamente lo que defiende, me consta, el presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque el ejército de operadores en redes sociales no lo comparta, lo que debe entenderse ya que para insultar les pagan.

A fin de cuentas lo que interesa es el país, nuestro México querido, y si para mejorar se tienen que romper paradigmas, hagámoslo. Sin embargo, no es deseable que ante la crítica se persigan y se hostiguen sobre todo a periodistas, cuya grave falta es expresar su opinión.

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