Análisis sin Fronteras

2019: Esperanza en medio del caos

La esperanza para este año es que por lo menos el nuevo presidente busca cambios radicales a la forma de gobernar; pero tendrá que pasar hasta una década para materializar los beneficios prometidos.

El desorden incomoda, no poder predecir el futuro nos desespera, no anticipar el mañana puede enloquecernos. Por eso, cuando iniciamos cada año, la mayoría, por razones de salud mental, tenemos que asumir que el año entrante será mejor que el saliente. De lo contrario, ¿cómo despertaríamos cada mañana?

Pero les tengo que advertir que 2019 será caótico políticamente pero, a diferencia de otros inicios de años, iniciamos con esperanza.

Albert Einstein dijo: "Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados". La clase política obviamente vivió décadas de ciclos de locuras, se aferró al poder usando las viejas mañas. Comportándose en los últimos 20 años exactamente de la misma forma, cometiendo los mismos errores y sí, continuando con la cultura del agandalle: Pensaron que no habría consecuencias de promover políticas injustas, beneficiarse a costa y sin preocuparse por la prosperidad del país, especialmente de los más desprotegidos y los más pobres.

Andrés Manuel López Obrador entendió está justificada ira del electorado que lo impulsó al poder. La esperanza que se vive en 2019 es que, por lo menos busca cambios radicales a la forma de gobernar. Ante la desigualdad y la inseguridad que se viven en el país, por más que incomode a muchos, tener cambios dramáticos en 2019 se equipara a esperanza, ya que las cosas no pueden empeorar, ¿verdad?

Todo depende si Andrés Manuel López Obrador presidirá un sexenio de 'disrupción' o de destrucción.

En este espacio en los últimos años hemos analizamos el concepto del término en inglés de 'disruptors'. Se les llama disruptores a aquellos que rompen paradigmas, son innovadores, buscando ser más competitivos. Generalmente está vinculado a una nueva clase empresarial que busca construir.

Pero, como subrayamos hace más de un año, en "la política, disrupción se está traduciendo en destrucción de las democracias". Hace varios años les describí cómo "en el caso de los disruptores en la política, es que tienen mucha más credibilidad que las instituciones, clase política, medios de comunicación, datos científicos y cuantificables. El descrédito del statu quo es lo que les da poder y credibilidad".

¿Puede promover AMLO grandes reformas, deconstruyendo y reduciendo el gobierno federal, reajustando las prioridades del presupuesto y, al mismo tiempo, reducir la inseguridad, la corrupción y la injusticia social?

Si López Obrador es un presidente 'disruptor', tendrá una visión clara de que reemplazará el actual paradigma de gobernabilidad en México. Si no tiene claridad de cuáles serán los impactos de los extraordinarios poderes que le dio el electorado, y no ha anticipado cómo las reformas que está promoviendo cambiarán a México, entonces su sexenio será uno de destrucción y caos.

Si la historia y los conceptos básicos de economía, finanzas, políticas industriales y de reducción de pobreza nos sirven de alguna referencia, podríamos asumir que AMLO, más que un presidente disruptor, será un gobernante destructor. Hay una pregunta fundamental que no han podido responder: ¿Cómo y quién financiará sus programas sociales? ¿Cuáles serán los incentivos para continuar invirtiendo y creando empleos? ¿Por qué su gobierno será menos corrupto y más productivo, especialmente ante la dramática reducción de salarios y de personal?

En el ámbito empresarial, los disruptores buscan promover la innovación para asegurar el futuro de sus empresas. Y, aunque a corto y mediano, el país continuará viviendo zozobra política y económica. Pero los disruptores en el ámbito político están resultando ser agresivos, mentirosos, y dispuestos a tomar cualquier paso necesario para acceder y conservar el poder.

Personalmente, no creo que López Obrador sea un presidente destructor. Lo que preocupa es su equipo y la capacidad que tenga de traducir su visión del futuro de México, aterrizarla y que no resulte un rotundo fracaso.

Hay un aspecto injusto y difícil que es necesario conciliar con los programas que está tratando de implementar Andrés Manuel López Obrador: tendrá que pasar hasta una década para que muchos de los beneficios de la restructuración que está promoviendo el presidente tengan un impacto en la vida diaria de los mexicanos. La pregunta es, ¿habrá suficiente paciencia para aguantar el impacto y los cuestionamientos que a corto plazo podrían poner en jaque el futuro y la visión de AMLO?. Será muy tentador recurrir a mecanismos autoritarios para poder asegurar la 4ta transformación.

Por eso la esperanza de 2019 se podría convertir en la pesadilla de 2020.

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