Seguimos tratando de entender cuál será el estilo de presidente electo Andrés Manuel López Obrador. Quiero retomar un texto que escribí hace más de una década, en el que subrayaba la necesidad de promover un liderazgo más inclusivo y más democrático. Y la gran interrogante es si AMLO refleja esa visión de liderazgo. En el 2009, en mi libro Manual de liderazgo para no ser un líder jurásico, subrayaba unas lecciones promovidas en el libro El liderazgo al estilo de los jesuitas, de Chris Lowney, donde él afirmaba que "los líderes prosperan al entender quiénes son y qué valoran, al observar malsanos puntos de debilidad que los descarrilan y al cultivar el hábito de continua reflexión y aprendizaje. Sólo la persona que sabe lo que quiere puede buscarlo enérgicamente. Sólo quienes han puntualizado sus debilidades pueden superarlas. Estos son principios obvios, pero que rara vez se llevan a la práctica". Una persona que aspira a ser un líder moderno entiende perfectamente este concepto. Si algo define al siglo XXI es la rapidez con que se dan los cambios, un líder debe reconocer qué habilidades y conocimientos tienen que enfrentar la espiral del cambio.
Podrá el presidente electo tener esa capacidad y pragmatismo para reconocer cuáles son sus fortalezas, para que se conviertan en oportunidades, e identificará cuáles son sus debilidades para convertirlas en oportunidades y no en retos.
El texto de Lowley explica por qué tener una capacidad de ocultación personal. Le permite rodearse de personas que lo complementen, lo apoyen y lo blinden en sus flaquezas. Por ejemplo, si un gobernante identifica que una de sus debilidades radica en el área administrativa, entonces buscará incorporar a su equipo a quien domine esa habilidad. Con información, un líder político podrá decidir sobre la conformación de su equipo. En segundo lugar, al entender sus fortalezas, un líder tendrá mayor capacidad de desarrollar una estrategia para enfrentar los retos inherentes a su cargo. Por ejemplo, si el líder considera que una de sus fortalezas es el manejo de los medios, entonces él mismo confrontará a los medios y no otra persona. Y la tercera razón, el conocerse a sí mismo permite al líder capacitarse o continuar su educación, particularmente en aquellas áreas donde identifica alguna debilidad. Un líder moderno se considera un eterno estudiante, siempre buscando conocimientos nuevos que le permitan ser mejor.
Y si AMLO no hace auscultación y toma decisiones sobre cuáles son sus debilidades, serán los medios de comunicación los que lo balconearán.
Los gobernantes actuales, les guste o no, viven en una caja de cristal, donde todas sus acciones, profesionales o privadas, están sujetas al escrutinio público. Y esto seguramente incomodará al futuro presidente de México. Esta transparencia se debe a las nuevas leyes de acceso a la información pública promovidas por la sociedad civil durante la administración de Vicente Fox. A partir de la entrada en vigor de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, más de 250 dependencias y entidades del gobierno federal ahora tienen la obligación de atender las solicitudes de información. La responsabilidad de vigilar la implementación de esta legislación la tiene un organismo autónomo, que en ese momento se llamó Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI). En el portal electrónico del IFAI se explica con detenimiento el tipo de información que un ciudadano tiene derecho a obtener. La información solicitada puede ser sobre cualquier actividad que lleven a cabo las dependencias y entidades (minutas de reuniones, resultados de los proyectos y de los programas, entre otros). Los medios de comunicación han sido los que más han usado y aprovechado este nuevo derecho. Pero es de esperarse que su aprovechamiento aumente mientras el ciudadano común y corriente conozca más acerca de su derecho a obtener información. Y aunque es una ley imperfecta, particularmente en cuanto a las diferencias con las legislaciones estatales similares, no se puede negar que abrió el camino para transparentar las actuaciones de los funcionarios.
Si el presidente electo no quiere, o no puede aceptar debilidades en su forma de gobernar, y rodearse de personas que él está dispuesto a escuchar, será balconeado. Aun cuando trate de esconderse en su caja de cristal.