Fueron sorprendentemente rápidas y agresivas las críticas en contra del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, cuando reconoció públicamente que "…no podríamos dejar de utilizar al Ejército y la Marina para garantizar la seguridad pública porque no hay una opción alternativa, no la hay en la actualidad, quiero ser lo más claro posible, sincero. Si no contamos con el apoyo del Ejército y la Marina no podríamos en las circunstancias actuales enfrentar el problema de la inseguridad".
Palabras textuales de un Presidente electo que, como candidato, tuvo la oportunidad de conocer y visitar todos los municipios del país, pero que parecía que no entendía, hasta ahora, la gravedad del problema de violencia e inseguridad en el país. AMLO hizo campaña asegurando que la violencia es producto de la pobreza, de la corrupción y de la falta de credibilidad de los gobernantes, y que parte de la solución es promover una campaña de amnistía. Un hombre de la izquierda rodeado por activistas y personas que, o no confían en las Fuerzas Armadas por razones ideológicas, o detestan el concepto de que las Fuerzas Armadas se usen para funciones que deberían ser netamente de policías civiles.
En temas de seguridad, AMLO fue maltratado de la misma forma que Peña y en su momento Felipe Calderón. El decir la verdad sobre la gravedad de lo que está sucediendo en el país, y la realidad de que continúa la necesidad de usar a las Fuerzas Armadas, conlleva una ola de críticas de ONG y analistas nacionales e internacionales.
Y aunque AMLO aseguró en su discurso esta semana que "va a cambiar desde luego la estrategia, no vamos a descuidar lo que consideramos ha originado el problema de la inseguridad y de la violencia, vamos a darle atención especial a la creación de empleos, a la atención a los jóvenes, al bienestar de la gente, esa es la base…". Pero sí cambió dramáticamente el discurso de AMLO, al reconocer que las Fuerzas Armadas deben de continuar siendo parte de una estrategia para combatir organizaciones criminales violentas.
Se equivocan los que dicen que no hay un cambio en la estrategia de seguridad de López Obrador de la estrategia de Enrique Peña. Hay una diferencia fundamental: AMLO está reconociendo desde antes de empezar su administración. Peña Nieto, como ustedes recordarán, se rehusó usar en sus discursos públicos las palabras "crimen organizado" y "narcotráfico", aspirando a tomar distancia de Felipe Calderón, quién era el portavoz de su administración sobre temas de seguridad. Parecería que el presidente Peña soñaba que, si no hablaba sobre el tema, el problema desaparecería. Esto enviaba un mensaje a su gabinete y a la población, que la seguridad no era un tema primordial para él ni le importaba darle seguimiento. Y el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, con aspiraciones presidenciales, tampoco se quiso salpicar con ser la cara de la estrategia de seguridad del país.
Y por eso le fue como le fue a Peña Nieto: termina como el Presidente del sexenio más violento en la historia reciente de México.
Por eso es fundamental la otra parte de las declaraciones del Presidente electo, después de su reunión con el secretario de Marina, almirante Vidal Francisco Soberón Sanz, en las que reafirma que "en la nueva estrategia vamos a trabajar de manera coordinada; se van a agrupar con el propósito de garantizar la seguridad pública, las instituciones y las corporaciones policíacas, va a haber coordinación y me voy a hacer cargo personalmente de atender este asunto de interés nacional. Todos los días voy a encabezar la reunión de seguridad desde Palacio Nacional; desde muy temprano, desde las seis de la mañana, me voy a reunir con el secretario de la Defensa, el secretario de Marina, el fiscal general, el secretario de Seguridad Pública, la secretaria de Gobernación, y vamos a recibir el reporte de lo acontecido en las últimas 24 horas y todos los días vamos a tomar decisiones. No voy a delegar esta responsabilidad, la voy a atender de manera personal, va a haber, en ese sentido, mando único, vamos a trabajar de manera coordinada y vamos a estar organizados desde abajo hacia arriba…"
"NO VOY A DELEGAR ESTA RESPONSABILIDAD". El futuro Presidente de México parece que, por fin, entendió que el éxito o el fracaso de su sexenio dependerán de su capacidad de reducir la violencia y las desapariciones en el país, con una extraordinaria coordinación del gabinete de seguridad, los recursos necesarios, una estrategia clara y transparente y, sobre todo, voluntad política.