El despido del secretario de Estado, Rex Tillerson, fue rápido y contundente. Probablemente en la historia de Estados Unidos nunca se había visto un despido tan anticipado al público y con tal falta de escrúpulos
Trump envió el tuit pasadas las 06:00 de la mañana. En el mundo donde los despidos eminentes de un funcionario de alto nivel se filtraban a los medios de comunicación, generalmente la desafortunada víctima recibía un pitazo de algún periodista o de un funcionario afín. En el caso del secretario Tillerson, que duró un año y un mes como secretario de Estado, los 49 millones de seguidores en Twitter de Donald Trump se enteraron antes que él. La supuesta llamada entre el presidente Trump y su ahora despedido secretario ocurrió mientras este último se encontraba a bordo del avión presidencial Air Force One, al mediodía, para informarle que estaba despedido.
A diferencia de otros presidentes que abiertamente buscan tener en su gabinete voces discordantes (el más reciente caso fue Barack Obama, que nombró como secretaria de Estado a su contrincante Hillary Clinton), Donald Trump, con la forma tan denigrante en que despidió a Tillerson, imitando su reality El Aprendiz, ya tiene amenazado al resto del gabinete de que sufrirán las mismas vejaciones si percibe que no están de acuerdo con sus erráticas políticas. El hecho de que Trump no haya podido correr a Jeff Sessions, procurador de justicia, a pesar de los múltiples tuits quejándose y ofendiendo al procurador y a los funcionarios del Departamento de Justicia, tiene que ver con que teme las repercusiones políticas. Las apuestas apuntan al asesor de seguridad, H.R. McMaster, ya que, públicamente, ha contradicho al presidente. El mismo Trump lo criticó en el Twitter, cuando el exgeneral dijo en una conferencia que la evidencia de que Rusia había intervenido en las elecciones es "incontrovertible".
Más allá del caos burocrático que crea esta inestabilidad laboral, el problema para los países, incluyendo México, es ¿quién será el interlocutor que no sólo hable a nombre del presidente Donald Trump, sino que tenga la capacidad de mitigar algunas de sus locuras en el ámbito internacional y de seguridad nacional? ¿Quiénes son los adultos que pueden calmar el desorden en la Casa Blanca? O como dijo el senador Bob Corker en un famoso tuit el año pasado: "Es una pena que la Casa Blanca ya parece un asilo de seniles", y advirtió que Trump pone en riesgo de estar "en camino a la Tercera Guerra Mundial".
Entendiendo que tener acuerdos con Estados Unidos tiene costos políticos internos, ¿qué mandatario se va a atrever a firmar un papel, conversar por teléfono, reunirse con funcionarios estadounidenses si no confían con el interlocutor o negociador de ese país? Y aunque el secretario Luis Videgaray quisiera pensar que Kushner, por ser el yerno de Trump, es el interlocutor 'perfecto' por su cercanía con el mandatario, la verdad es que él también podría ser el siguiente funcionario en salir de la Casa Blanca, si es que los más recientes reportes periodísticos tienen alguna veracidad.
El exgeneral John Kelly, su actual jefe de gabinete, también ha enfrentado una serie de rumores de su eminente partida. Pero probablemente Kelly y el secretario de Defensa, el exgeneral Jim Mattis, serían los últimos personajes que Trump buscaría destituir. De hecho, Mattis ha tomado posiciones encontradas con el presidente, pero para los republicanos y para la burocracia y los mismos mercados, perciben en Mattis una isla de estabilidad y una ciega creencia de que él está dispuesto a confrontar a Donald Trump y renunciar.
Cuentan las leyendas de la Casa Blanca que, cuando estaba el expresidente Nixon en sus momentos más álgidos y difíciles, enfrentando un juicio político por su insistencia en obstruir la investigación del fiscal especial Archibald Cox y el fiscal Elliot Richardson, sobre el escándalo Watergate, el comportamiento del presidente se volvió más que errático, muchos cuestionaban su estabilidad mental. Cuentan que generales y pilotos de la Fuerza Aérea llegaron a un acuerdo de que si él decidía realizar un ataque nuclear en Corea del Norte, estos generales y pilotos, violando la Constitución, simple y llanamente no seguirían sus órdenes, como se narra en el libro The Secret World of Richard Nixon, de Anthony Summers y Robbyn Swan… "sabemos que estaba ebrio, no de poder, sino de alcohol".
Por eso, al tratar de evaluar el futuro de Donald Trump hay que observar de cerca el comportamiento de los generales Kelly y Mattis. Ellos son el canario en la mina de la volatilidad de Donald Trump.