Antonio Cuellar

Capacitación y diversificación para un mejor porvenir

Antonio Cuéllar dice que Estados Unidos ganó en la imposición de su agenda en por lo menos tres puntos primordiales.

La noticia que más menciones ocupó el día de ayer en los diarios nacionales fue la referente al sorpresivo acuerdo que en el último momento alcanzaron Canadá y los Estados Unidos de América, para conservar el Tratado trilateral de Libre Comercio de América del Norte.

Además del cambio estético vinculado al nombre -propósito político que el mismo presidente Trump se propuso desde el primer momento en que inició su campaña hacia la Casa Blanca-, que ahora se denominará Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá, existen modificaciones sustanciales que reposicionan a la región como un nuevo centro manufacturero mundial, en los sentidos siguientes:

Estados Unidos ganó en la imposición de su agenda en por lo menos tres puntos primordiales: contenido regional en la industria automotriz y aumento de salarios de la mano de obra mexicana; apertura del mercado de lácteos con Canadá; e iniciación de períodos de revisión sexenal de la relación comercial trilateral.

Canadá obtuvo una victoria al lograr la conservación del capítulo para la resolución de controversias comerciales entre los tres Estados parte, punto a su favor del que también habrá de resultar beneficiado nuestro país.

Ya que se conozca con profundidad el texto del Tratado aprobado, podremos ver cuáles fueron los beneficios de los que México podrá jactarse, algunos de los cuales, paradójicamente, resultarán desafortunados para algunos patrones: la elevación de estándares en el cumplimiento de normatividad ambiental; el incremento salarial a 16.5 dólares la hora tratándose del trabajo desarrollado por obreros calificados en la industria automotriz; y mejoramiento de la protección en materia de propiedad intelectual, entre otros.

La verdad de las cosas es que la terminación del desgastante proceso de negociación y el riesgo aparejado de ver cancelado un acuerdo comercial del que dependen tantas fuentes de ingreso para familias mexicanas es, por sí mismo, un gran éxito para quienes conformaron el equipo negociador desde la Secretaría de Economía.

Además de dicho beneplácito, habría que agregar el resultado positivo que anticipan los mercados, que tiene que ver con el posible fin inminente de un factor que tanta presión impuso al tipo de cambio: la negociación misma y el riesgo del desacuerdo.

Dos puntos relevantes vuelven a quedar sobre la mesa alrededor de esta experiencia recién vivida, que mucho tiempo atrás se pudieron anticipar y con relación a los cuales nuestro país ha sido apático:

El Tratado de vinculación y libre comercio con América del Norte es una fase dentro de un proceso de integración de largo plazo. Pensar en la subsistencia de Norteamérica como motor de progreso y desarrollo mundial, conlleva forzosamente a construir el camino en pos de un mecanismo de integración superior.

Como en el caso del TLCAN, el nuevo Tratado vuelve a quedar corto en el capítulo referente al libre tránsito de la mano de obra. Estados Unidos ganó en su agenda mediante la limitación al crecimiento de exportaciones, y México perdió en aquella que más le interesa, relacionada con la legalización de la mano de obra, factor de la producción que es tanto o más importante que el capital.

No podremos mejorar nuestra integración con América del Norte y continuaremos siendo los proveedores de una mano de obra barata (salvo en el sector automotor), en la medida en la que nuestra población carezca de capacitación y una distribución más equitativa de la riqueza.

Si un punto negativo puede atribuirse a la administración saliente con relación al exitoso proceso reformador emprendido en la primera mitad del sexenio, debiéramos apuntarlo hacia la falta de ideas y planes de acción para lograr su aterrizaje en procesos productivos específicos.

El próximo gobierno anuncia ya sus primeros tropiezos, al perseguir con obstinación el cumplimiento de un ofrecimiento absurdo de campaña, relacionado con la retrotracción de los efectos que debiera empezar a producir la reforma educativa; un puntapié al tema de la capacitación elemental para el trabajo, del que depende el éxito y desenvolvimiento de los beneficios del libre comercio.

El otro punto tiene que ver con la falta de aprendizaje alrededor de la mala experiencia que nos ha hecho vivir nuestra absurda dependencia del mercado de los Estados Unidos de América.

El período de inestabilidad que hemos atravesado a lo largo de los últimos dos años obedece a nuestra falta de capacidad para entender que los productos mexicanos y nuestra posición geográfica, permitiría nuestra apertura a una multiplicidad de mercados que posibilitaran la colocación de la producción nacional en distintos centros de distribución y riesgo.

Sin dejar de reconocer la enorme fuerza y ventaja que nos concede compartir la frontera más importante del mundo con la locomotora del planeta, parece absurdo dejar de entender la lógica alianza y hermandad que nuestro idioma e idiosincrasia nos ofrece para lograr una integración similar con el resto del continente.

Qué bueno ha sido leer el éxito alcanzado en el proceso de consolidación del acuerdo de comercio con América del Norte. Ojalá que el gobierno entrante aproveche la oportunidad que esta añorada estabilidad le otorga para diversificar nuestra economía y luchar por la mejor capacitación para nuestros trabajadores. Debemos hacer votos porque a México le vaya bien, y por que el gobierno entrante supere la retórica de campaña alrededor de los problemas de corrupción y violencia, y construya nuevos planes en torno de todo lo demás que sí funciona y que sigue siendo el gran país en el que todos vivimos.

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