Benito Solis

El reto del creciente gasto público

 

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El gasto público ha crecido de manera importante en los pasados años, no sólo en este sexenio, sino también en los gobiernos de Fox y Calderón. Algunos opinan que apoya la reactivación del crecimiento económico y a la generación del empleo, sin estar conscientes del costo que representa su financiamiento y de que su dinamismo no ha representado un mejor bienestar para la población, sino con frecuencia mayor corrupción.

Así se tiene que el gasto ejercido por el sector público ha pasado de representar 19.3 por ciento del Producto Interno Bruto (es decir de la producción total de bienes y servicios en la economía nacional o PIB) durante el año de 2000 a ser de 27.4 por ciento el año pasado. Aunque su porcentaje es inferior al que tuvo en la década anterior, cuando llegó a ser casi la mitad del PIB, tuvo un elevado incremento real de 29.5 por ciento por arriba de la inflación y de la producción total en el país. Resalta que el aumento del gasto de gobierno no ha venido acompañada por un dinamismo equivalente en la economía total y en la creación de los empleos que requiere la población mexicana.

Hay que estar conscientes de que los gobiernos no crean riqueza, sino que su gasto sólo equivale a que se transfieren recursos de un sector a otro. Los gobiernos gastan ingresos que obtienen de mayores impuestos, lo que significa un menor gasto de las empresas y de los consumidores; de mayor deuda, que equivale a mayores impuestos en el futuro o a un aumento en la inflación, que es el peor impuesto que pagan los consumidores y que se refleja en mayores tasas de interés, perjudicando a los deudores, ya sean empresas o personas.

Si los gobiernos fueran más eficientes que las empresas y los particulares para lograr el crecimiento económico y crear nuevos empleos formales, sería correcto que elevaran los impuestos. Sin embargo tanto en México a lo largo de su historia, como en otras naciones, se ha mostrado que el gasto público, con algunas excepciones relevantes, tiene un costo mayor para la sociedad que los beneficios que produce. Esto se debe a que en general los incentivos que tienen los distintos burócratas no es incrementar el bienestar de la sociedad, sino su fuerza y presencia política para poder seguir ocupando posiciones relevantes. Por lo mismo, es fundamental que la sociedad procure premiar por medio de sus votos a los funcionarios que logren incrementar los resultados sociales y económicos y no sólo su presencia en los medios de comunicación.

En la actualidad y en el futuro la economía tiene y tendrá fuertes presiones para incrementar el gasto público, lo que se reflejará en mayores impuestos en los siguientes años. De no contenerse estas presiones, la economía proseguirá con su actual tendencia de estancamiento. Entre estos factores se encuentran: 1) La forma en que se asignan los recursos de la federación a los estados y municipios, como son las participaciones y las transferencias, por medio de distintas fórmulas aritméticas, que con frecuencia no están relacionadas con los ingresos totales que se obtienen, sino por conceptos como población, pobreza, etcétera. 2) El creciente servicio de la deuda pública, que es reflejo del aumento en las tasas de interés resultante del entorno internacional y de la mayor inflación interna. 3) Las cada vez mayores pensiones que pagan instituciones como el IMSS, el ISSSTE y empresas del Estado que resultan del mayor bienestar y longevidad de la población. 4) El cumplimiento de las promesas de campaña que están ofreciendo los distintos candidatos a posiciones políticas, que ofrecen becas y empleos sin indicar cómo se van a financiar.

El último punto recuerda a lo que ofrecían distintos gobiernos argentinos populistas hace algunas décadas, que destruyeron el equilibrio fiscal provocando que ese país, que tenía el mayor nivel de bienestar en América, incluso superior al de Estados Unidos en ciertos años, cayera en periodos de elevada inflación, recesión económica y grave desempleo.

El nuevo gobierno enfrentará una fuerte presión para elevar el gasto público, pero deberá tener la habilidad para reducir el gasto público corriente, el gasto de los organismos autónomos, el corriente de los estados y municipios, así como corregir el grave problema de corrupción e impunidad y al mismo tiempo elevar la inversión que realiza todo el sector público. Esta parece una labor titánica y se requiere una gran habilidad política para que la población mejore su nivel de bienestar y logre que México ocupe el lugar que le corresponde en el escenario internacional.

* El autor es economista.

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