Benjamin Hill

¿Cómo hacer que el gobierno gaste mejor?

 

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Para muchos de nosotros las fiestas de fin de año representan un periodo de gastos extraordinarios que orientamos a la compra de regalos, celebraciones, viajes y otros desembolsos. Desde ahora se siente el vértigo que provoca la empinada pendiente de la llamada 'cuesta de enero', y nos preguntamos en qué podemos modificar nuestro tren de gasto para sanear nuestras finanzas personales. Nuestros dilemas personales no se encuentran lejos de las preocupaciones de las organizaciones más grandes que las sociedades han creado: los gobiernos.

Los presupuestos de los gobiernos son de manera preponderante, inerciales: se toma lo gastado el año anterior, se hacen ajustes por inflación y se modifica en los márgenes como resultado de las negociaciones políticas. Esto no quiere decir que no se haya intentado incorporar alguno de esos criterios a la construcción de los presupuestos, ni que no hayamos hecho en México intentos para mejorar la calidad del gasto. Más bien por el contrario, hemos dedicado muchos años –desde la década de 1930– y muchas iniciativas para tratar de planear y gastar mejor y de hacer más efectivo el gasto del gobierno en relación a los objetivos logrados.

Una de las razones por las cuales no hemos podido encontrar un camino adecuado y efectivo para contener de forma más eficiente el gasto del gobierno, es la forma en la que pensamos los servidores públicos. Siempre que la situación de las finanzas públicas exige que el gobierno haga un compromiso para recortar el gasto, éste se hace de forma transversal, en la que a todas las dependencias, por ejemplo, se les pide reducir su gasto en cierto porcentaje. Los recortes transversales no son específicos y no se concentran en las actividades menos productivas de los gobiernos ni evitan dejar sin recursos a las áreas que sí dan resultados, sino que recortan de manera más o menos general y arbitraria a todas las áreas. En potencia, esto podría significar una reducción de la capacidad del gobierno para atender las necesidades de la sociedad o una disminución en la calidad de sus servicios.

La otra razón por la que no hemos podido identificar de forma adecuada la mejor fuente de ahorros para el gobierno, es la politización de la discusión sobre dónde deben hacerse los recortes. Un ejemplo de ello es que de un tiempo a la fecha ha estado presente en el debate político una suerte de intención de 'subasta de castigos' contra los servidores públicos, en la que los políticos compiten por generar la mejor propuesta para degradar las condiciones laborales de los burócratas, como reducir su salario y eliminar prestaciones de trabajo. Otra forma de la politización del debate sobre el gasto del gobierno es la discusión sobre eliminar gastos del gobierno en ciertas áreas específicas, como reducir la publicidad gubernamental o la eliminación de secretarías y otras organizaciones públicas, en lugar de tomar en cuenta criterios objetivos de eficiencia y logro de metas para decidir qué recortar.

Un esfuerzo importante para reorientar el gasto del gobierno hacia los objetivos reales de la planeación utilizando datos sobre la evidencia del desempeño de los programas y políticas públicas, fue la creación, en 2007, del Sistema de Evaluación del Desempeño (SED). El SED ha permitido reunir información sobre cientos de programas y políticas públicas gracias a evaluaciones e indicadores de desempeño. Sin embargo, la información reunida por el SED no se ha convertido aún en el estándar para la toma de decisiones sobre el gasto público. A diez años de su creación, me parece que es importante aprovechar lo aprendido, utilizar la información y la experiencia generada en reunir datos de desempeño y proponer una forma más fácil y más efectiva de mejorar el gasto y el desempeño de las políticas públicas.

Esta nueva forma de 'liderazgo para el desempeño' en el gobierno, orientado a la mejora del gasto y a la obtención de logros, requiere que cada oficina de gobierno tenga un propósito bien definido, que sepa medir en datos lo que hace, que esas mediciones puedan ayudarle a identificar carencias, pérdidas y diseñar con creatividad estrategias para eliminar o mitigar los déficits de desempeño más importantes. También se requiere que existan líderes capaces de convencer a tomadores de decisiones y a otros servidores públicos, de que es importante adoptar esas estrategias para eliminar los obstáculos para un mejor desempeño con persistencia y convicción.

Creo que las elecciones de 2018 nos ofrecen una muy buena oportunidad para reconsiderar lo que hemos hecho en cuanto a mejorar la calidad del gasto del gobierno y retomar lo aprendido e iniciar una transformación del gobierno para ahorrar más, no con recortes transversales, ni degradando la situación laboral de los servidores públicos, sino mediante la mejora de su desempeño.

Twitter: @benxhill

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