Desde Otro Ángulo

¿Miedo vs. enojo?

La rabia y el hartazgo campean entre las mayorías. El miedo, si bien minoritario, está concentrado en élites muy poderosas.

En una entrevista reciente en El País, Soledad Loaeza señaló que en México hoy "tenemos mucha más rabia que susto". Coincido con Loaeza, si por "más" entendemos que hay muchísimos más mexicanos enojados que mexicanos dominados por el susto. Lo que percibo con creciente inquietud, sin embargo, es que el miedo también está muy presente y está de susto en este año electoral.

La rabia y el hartazgo campean entre las mayorías. El miedo, si bien minoritario, está concentrado en élites muy poderosas. El PRI-gobierno domina muchos de los medios de comunicación y controla instituciones clave como la SHCP, el SAT, la Unidad de Inteligencia Financiera y el Tribunal Electoral, así como el conjunto completo de los recursos coactivos del Estado mexicano.

Las élites económicas controlan el dinero. Una parte nada despreciable de nuestras élites intelectuales y mediáticas controlan el tiempo aire en el que se cocina la interpretación de lo que pasa. El PAN bajo el mando de Anaya y sus aliados dominan a las clases medias y medias-altas, así como lo que de ellas habita (como realidad o aspiración) en muchísimos mexicanos.

El enojo mayoritario se nutre del rechazo generalizado contra los excesos, los silencios, los atropellos y los yerros sin fin del gobierno de EPN. Pero ese enojo también abreva del hartazgo, muy extendido y más viejo, frente a una sociedad en la que los dados han estado cargados sistemáticamente contra los intereses, la dignidad y, crecientemente, también la vida de los segmentos mayoritarios del país. De esos segmentos con menos recursos y con cero derechos efectivos. De todas esas comunidades e individuos que ven en AMLO la mejor alternativa disponible para dejar de ser invisibles, o al menos para librarse de esa runfla de todopoderosos y bandidos de altos vuelos, cuya voracidad les resulta ya insoportable.

El susto que a las élites les produce el candidato de Morena es muy comprensible. Perciben la rabia de las mayorías y, en algún lugar, saben que más allá de estar enderezado contra el gobierno actual, las incluye a todas. Contribuye también al sustazo de nuestras élites el saberse numéricamente inferiores frente al grupo de los enojados y, quizás, algún grado de conciencia sobre el punto al cual su rapacidad desmedida y su desprecio hacia las mayorías las han vuelto odiosas a ellas y a sus privilegios para una cantidad abrumadoramente grande de mexicanos.

Los empaquetamientos en los que se manifiesta el miedo de las élites frente a la posible llegada de López Obrador al poder son variados. Entre la comentocracia y la intelectualidad dorada que domina el micrófono, destacan los discursos anti-AMLO en clave defensa de la democracia y/o del libre mercado y la racionalidad técnica. Entre los sectores empresariales, predominan las advertencias sobre los enormes riesgos que supondría para la estabilidad económica un gobierno encabezado por López Obrador, el 'libre' juego del mercado y la vinculación de México al mundo. En los temores que López Obrador despierta entre las clases altas y medias altas, destacan el horror de perder sus cuantiosas comodidades y privilegios, así como también (aunque más en privado) el repelús a nivel estatus y piel que les produce el aspecto, la forma de hablar y las cosas de las que habla el candidato de Morena.

Hasta hace poco, las élites en México andaban bastante desconcertadas y divididas por dos razones principales. Primero, por el rompimiento de Ricardo Anaya con el PRI-gobierno, así como con el expresidente Felipe Calderón y el sector de Acción Nacional que éste controla y/o representa. Segundo, por el distanciamiento entre los grupos económicos más poderosos y el gobierno de Peña Nieto, ocasionado, en parte, por los costos que para estos grupos supusieron algunas de las reformas estructurales de ese gobierno y, en parte, por haber sido parcialmente sustituidos en el disfrute de los favores del poder político y del pastel presupuestal, vía contratos, por los 'empresarios' más cercanos al gobierno actualmente en funciones.

La división PRI-PAN y el distanciamiento entre los megaricos y el PRI-gobierno complicaron durante algunos meses la posibilidad de nuestra élite de armar un frente cohesionado contra AMLO de cara al 1 de julio. En las últimas semanas, sin embargo, han surgido indicios importantes de que las élites del país están reaccionando e intentando recomponer sus vínculos.

Nada está escrito aún, pero si PRI-gobierno, grandes empresarios y Ricardo Anaya logran arreglarse, parece difícil prever para las elecciones presidenciales de este año algo distinto a un encontronazo entre el enojo de las mayorías y el miedo hiperconcentrado de las élites.

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