En las últimas semanas Turquía ha vivido episodios significativos de turbulencia financiera. La lira turca se ha depreciado 22 por ciento en el mes de agosto y alrededor de 60 por ciento en lo que va del año. Un evento de esta naturaleza en una economía emergente suele tener efectos en otras economías emergentes. La caída de la lira ha impactado a la mayoría de divisas emergentes. Sudáfrica e India han experimentado depreciaciones importantes. En México, el peso no ha escapado a estos efectos y ha experimentado una mayor volatilidad.
Ante esto vale la pena preguntarse: ¿puede tener la situación en Turquía un efecto de contagio relevante hacia la economía mexicana? Me parece, por diversas razones, que las probabilidades son bajas. En primer término, habría que ver los canales directos de contagio. En el caso de México en relación a Turquía, estos canales son mínimos. Las exportaciones de México hacia ese país representan solamente el 0.05 por ciento de las exportaciones totales de México mientras que las importaciones de productos turcos equivalen al 0.19 por ciento del total de importaciones mexicanas. Los flujos de inversión son todavía menos importantes.
¿Qué hay de los canales indirectos? Estos pueden presentarse si aumenta la percepción de riesgo ante los mercados emergentes en general.
En esta ocasión, el fenómeno podría acentuarse ya que la Reserva Federal de Estados Unidos está en un ciclo de subidas de tasas. Me parece que en el caso de México esta posibilidad de contagio indirecto también es limitada. Esto debido a que los fundamentales del país se encuentran sólidos y comparan mejor a los de la mayoría de países emergentes grandes. De hecho, hemos visto que las monedas que han tenido un mayor impacto consecuencia de la situación turca han sido aquellas emitidas por países que tienen fundamentales débiles, tales como altas tasas de inflación o problemas de financiamiento externo.
La tasa de inflación en México, si bien ha aumentado desde el año pasado, es de un dígito y con expectativas a la baja, a diferencia de otras economías emergentes. En cuanto al tema del financiamiento externo, el país no enfrenta retos significativos. El déficit de cuenta corriente es de 1.8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), un nivel manejable que es financiado en su totalidad por inversión extranjera directa.
Además, México ya ha hecho la tarea de aumentar la tasa de interés de corto plazo que en su nivel actual implica una de las mejores opciones, si no es que la mejor, de rendimiento ajustado por riesgo de entre todos los países emergentes. La situación fiscal en México también compara mejor a otros emergentes. Como he mencionado en otras ocasiones, la deuda pública del país no está en niveles elevados. Todo lo anterior indica que los fundamentales de México son robustos comparados con el universo de países emergentes y eso hace que las posibilidades de que los inversionistas decidan disminuir su exposición a activos mexicanos debido a los problemas de Turquía sean relativamente bajas.
Ahora bien, si los canales de contagio son limitados, ¿por qué se ha visto volatilidad en el peso cuando se presentaron problemas en Turquía? La explicación es que el peso es una moneda con altos niveles de liquidez, lo cual permite a los inversionistas disminuir su exposición a mercados emergentes con mayor rapidez. Pero esto se manifiesta en volatilidad de corto plazo. De hecho, los mercados han reaccionado positivamente ante México debido a los buenos prospectos del TLCAN y no lo han hecho de forma negativa ante la política monetaria más restrictiva en Estados Unidos y ante la situación turca. El resultado es que el peso es la única moneda emergente relevante que se ha apreciado en lo que va del año.