Colaborador Invitado

Colaboración público-privada, apuesta clave

Parte del éxito futuro de México depende de la capacidad de los actores públicos y privados de actuar con empatía y humildad frente a los retos cada vez más complejos que aquejan al país.

Por Ary Naïm, Country Manager de IFC México

Desde comentarios en redes sociales hasta declaraciones de líderes políticos y de la sociedad civil, la discusión que opone la intervención del Estado contra el libre mercado se ha tornado divisiva, excluyente y catastrofista. El éxito de México, sin embargo, depende en buena medida de la capacidad de crear un diálogo constructivo entre visiones opuestas, así como de la capacidad de los actores públicos y privados de actuar con empatía y humildad frente a los retos cada vez más complejos que aquejan al país.

Como institución multilateral líder dedicada a la promoción del sector privado en mercados emergentes, la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés) no es ajena a este debate. Al contrario: nos encontramos en una posición única para vincular a los sectores público y privado en la eliminación de la pobreza extrema, la promoción de la prosperidad compartida y el combate al cambio climático. En la esfera pública, los 184 países miembros del IFC valoran su experiencia en el diseño de soluciones para atraer y catalizar inversión con visión de impacto; en la esfera privada, no sólo apoyamos con inversión y asesoría, sino que también promovemos empresas más sostenibles e incluyentes, comprometidas en generar beneficios concretos para sus empleados, sus comunidades y el planeta.

Con operaciones en México desde 1957, y un portafolio comprometido de más de 2,500 millones de dólares, el rol del IFC en el país ha evolucionado a lo largo de las décadas. En los cincuenta y sesenta apoyamos a empresas que hoy son multinacionales con liderazgo global reconocido. De los setenta a los noventa ejercimos un rol contra-cíclico importante al lado del sector corporativo frente a distintas crisis financieras. También, desde los noventa, apoyamos el crecimiento del sector eléctrico privado y la consolidación de las primeras plantas renovables. En años recientes, hemos promovido un sector financiero más diverso y competitivo a través de la inversión en bancos, Sofomes, y sectores como las microfinanzas y el capital privado. Asimismo, hemos contribuido a crear empleos y valor agregado local en nuevas cadenas de valor competitivas en los sectores petroquímico y forestal, así como la generación de nuevos espacios para la innovación, el capital semilla, y la tecnología en sectores como la salud, la educación y las finanzas.

Desde la adopción en 2015 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el mundo ha reconocido que los recursos públicos son insuficientes frente a los billones de dólares de inversión anual requerida para alcanzar las metas de crecimiento incluyente para el planeta. Ante desafíos como la urbanización creciente, el aumento de los conflictos, la cuarta revolución industrial, y la urgencia de reducir brechas tales como infraestructura, inclusión financiera, seguridad alimenticia y acceso a la educación y salud, no existe mejor opción que movilizar las inmensas capacidades financieras y de innovación del sector privado. En un nuevo paradigma, que denominamos "Maximizar Finanzas para el Desarrollo", apoyamos a gobiernos en sus esfuerzos para ahorrar recursos públicos y maximizar la participación privada, creando mercados y atrayendo inversión para solucionar temas de desarrollo socioeconómico, cada vez que se pueda.

La idea es particularmente relevante para México, y no faltan los ejemplos: el país se ha comprometido a aumentar su inversión en infraestructura, manteniendo la austeridad del gasto; asimismo, el fortalecimiento de las empresas productivas del Estado va a requerir inversiones significativas que se pueden hacer en vinculación con el sector privado; también asociaciones público-privadas bien planeadas, estructuradas y ejecutadas pueden responder a las enormes necesidades de inversión sustentable en múltiples sectores a los niveles federal, estatal, y municipal. Si México consigue disminuir la corrupción y la inseguridad, invertir en conectividad en el Sur, eficientizar sus empresas estatales, e incluir a más gente en programas sociales mejor diseñados, se podrá vislumbrar un mejor futuro. El diagnóstico sobre los retos del país es compartido por los sectores público y privado; ha llegado la hora de trabajar juntos en las soluciones. Por eso nos complace pensar que el rol de IFC continuará siendo sustancial en los años venideros.

En un mundo que cada día cuestiona más los modelos de crecimiento que aún no logran erradicar la exclusión y garantizar prosperidad de largo plazo, México cuenta con la oportunidad de construir su propia historia de éxito.

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