Colaborador Invitado

Lecciones del sexenio actual para el nuevo presidente

López Obrador llega a la presidencia con mucho poder y altas expectativas, algunas contradictorias entre ellas, escriben los colaboradores invitados.

Daniel Kerner y Carlos Peterson

Colaboradores invitados

Hace seis años, el PRI festejaba su retorno al poder después de doce largos años fuera del gobierno. Aunque había ganado la elección por menos de los esperado (y de lo que mostraban las encuestas) un aparentemente renovado PRI retornaba a su lugar de origen: la presidencia. Enrique Peña Nieto había logrado convencer a votantes que su partido sabía gobernar y lograría hacer los cambios que finalmente podrían "mover a México".

Las reformas se hicieron. Aunque no tenía mayorías en el Congreso, Peña Nieto formó el Pacto por México y con los dos principales partidos de oposición, el PAN y el PRD, consiguió aprobar cambios legales, como la reforma energética, que parecían imposibles sólo unos años antes.

El gobierno y sus aliados tenían un objetivo adicional al aprobar las reformas: reforzar el poder presidencial que, pensaban, se había debilitado durante la transición democrática a costa de los llamados poderes fácticos. En el extranjero se hablaba del "momento mexicano" y que Peña Nieto había llegado a "salvar a México".

Seis años después, el PRI experimentó la peor derrota electoral de su historia. Peña Nieto es el presidente con menores niveles de apoyo desde que hay mediciones. Sus aliados en el Pacto por México también fueron castigados en las urnas. Su principal adversario, Andrés Manuel López Obrador, obtuvo un triunfo histórico montado en una enorme oleada de descontento social y demanda de cambio.

Esto se explica por una serie de fracasos del gobierno de Peña Nieto. Primero, aunque muchas de las reformas, como la energética y fiscal, se implementaron exitosamente, el impacto en el crecimiento económico ha sido menor del que el gobierno prometió al comienzo del proceso, y para empeorar las cosas la mayoría de los votantes percibe que su situación es peor (mayores impuestos y precios energéticos más caros; todo, en la mente del electorado, causado por las reformas).

El proceso de consolidación del poder del Estado también fracasó en alguna medida. El país vive tal vez la peor crisis de seguridad de su historia, con los niveles de violencia en sus mayores niveles desde que hay mediciones. El sociólogo alemán Max Weber definió al estado como la entidad que tiene el monopolio legítimo de la violencia, y desde los escritos de Thomas Hobbes sabemos que una de las características primarias del estado en garantizar la seguridad física de los ciudadanos. Peña Nieto llegó al poder prometiendo reestablecer el poder del Estado, y se va dejándolo aún más débil que como lo encontró.

López Obrador empieza su mandato en una posición de fuerza inusitada, sin fuertes contrapesos, y con todo el apoyo y los mecanismos institucionales para realizar cambios profundos y revertir muchas de las reformas hechas no solo por Peña Nieto, sino por sus predecesores. Tal vez la mayor paradoja de la elección del 1 de julio sea que el gobierno que vino a completar el ciclo de reformas neoliberales comenzadas por Miguel de la Madrid en los años ochenta terminará su mandato entregándole el poder al candidato que más visiblemente ha luchado contra ellas.

López Obrador también pretende restaurar el poder del Estado y la presidencia, aunque con objetivos diferentes. Para él, la presidencia debe ser más activa en lo social, en lo económico, en la seguridad y, probablemente, en lo político. Peña Nieto fracasó en su intento de reconstrucción del poder presidencial en gran medida porque intentó imponer una estructura antigua sobre una sociedad más moderna y democrática y con múltiples demandas que ya no quería ni podía aceptarlo. Cuando las señales se volvieron claras, prefirió soslayarlas.

López Obrador llega a la presidencia con mucho poder y altas expectativas, algunas contradictorias entre ellas. Por momentos parece que su modelo ideal es, también, el del viejo orden Priísta. Si alguna lección deja el sexenio de Peña Nieto es que intentar regresar al pasado es una receta destinada al fracaso.

*Director y analista para América Latina de Eurasia Group y autores del recientemente publicado "Aplauso Perdido: Análisis del sexenio de Peña Nieto (Turner)".

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