Colaborador Invitado

Reconstrucción: lo que queda por hacer

La reconstrucción no es sólo un gran programa de vivienda; es el proceso que ha de acompañarse con la instalación de patrones urbanos nuevos.

Por Ricardo Becerra (Excomisionado e integrante de la Comisión de Reconstrucción de la CDMX) y Carlos Flores (Excomisionado y excoordinador general de la Comisión de Reconstrucción de la Ciudad de México)

Se cumple un año del sismo del 19 de septiembre, conmemoración que llega cargada de sentimientos y de recuerdos encontrados. Aún es posible ver las huellas y cicatrices que dejó el terremoto, y su sola evocación ha producido una tumultuosa (y novedosa) catarata de estudios, testimonios, manifiestos, libros, películas, y que bueno que así sea.

Toda esa producción tiende, inevitablemente, a una evaluación de lo que hicimos bien y de lo que hemos hecho mal. Esa evaluación es una necesidad de toda la ciudad y va más allá de partidos, colores, funcionarios, personajes o banderas.

Creemos que una visión no maniquea ha de reconocer que la reconstrucción en la Ciudad de México avanza. Con problemas (algunos insufribles), pero ha avanzado en direcciones múltiples y en diversas zonas. No seremos nosotros quienes evalúen esa multitud de acciones y decisiones que configuran el arco de la reconstrucción, pero tal vez si estamos en condiciones de señalar –acaso– algunos de los grandes temas que todavía no son abordados y que no pueden seguir en la hielera, veamos.

En primer lugar: en este mes entra en vigor la Constitución de la CDMX, y su artículo 16 obliga a mirar el tema de "Vulnerabilidad, resiliencia, prevención y mitigación de riesgos". Como lo ha señalado el constituyente Enrique Provencio, de inmediato aparecen tareas por delante: el mecanismo de reubicación de población en riesgo, el diseño de un órgano garante de la gestión integral de riesgos (recogido ya en el programa de gobierno de la jefa de Gobierno electa), el diseño en formatos accesibles de instrumentos de comunicación de los riesgos, etcétera. O sea: el tema de la vulnerabilidad se convierte ya en un tema central de la gobernabilidad.

Por importante que sea, la reconstrucción no es sólo un gran programa de vivienda. Por supuesto que eso forma parte vital del plan, pero el proceso ha de acompañarse de la instalación de patrones urbanos nuevos. Por ejemplo: un programa masivo de regularización de los inmuebles en la ciudad, comenzando por las zonas más afectadas. Esto es especialmente importante porque la "falta de papeles" que acreditan a los legítimos dueños, o a los que han habitado por años una casa o un departamento, se ha vuelto una de las trabas más importantes para casi todas las acciones de reconstrucción.

A un año del sismo, la ciudad aún no ha puesto en marcha protocolos mucho más amplios que la simple evacuación de edificios (ya se sabe, sin gritar ni empujar). Como sabemos que aquí volverá a temblar, las agencias del gobierno, las empresas –especialmente las constructoras– los ingenieros y arquitectos, los ciudadanos y los medios de comunicación, debemos estar regularmente entrenados para saber qué hacer y qué no hacer en los minutos siguientes, y sobre todo en las horas y días posteriores a un temblor severo.

La ciudad debe definir cuáles son sus edificios y construcciones estratégicas y acometer con las nuevas normas su reforzamiento. La triste ironía lo subraya: el año pasado, el archivo central (precisamente el que guarda planos y expedientes de todos los edificios vulnerables) también se colapsó, lo que paralizó muchos procesos de recuperación.

Y algo muy importante: diversas medidas para el aseguramiento de las casas y los inmuebles que hemos construido en una zona sísmica. Puede pensarse en facilitar las salidas individuales y bancarias clásicas, pero ¿por qué no ensayar esquemas amplios de coaseguros, que conformen una bolsa masiva, solidaria, permanente?

En un libro que hemos publicado recientemente Aquí volverá a temblar (Grijalbo, 2018), recuperamos un conjunto de testimonios y lecciones –como las señaladas más arriba– sobre lo que ocurrió durante los primeros 100 días de ese proceso. Intentamos recuperar nuestra experiencia, contribuir a un debate que crece en la ciudad y que nos debería preparar –si lo sabemos hacer– para enfrenar los inevitables embates de los sismos. De eso también, se trata la reconstrucción.

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