Rotoscopio

'Bodyguard', '24' para Gran Bretaña

Al cabo de unos cuantos capítulos, 'Bodyguard' hace algo tan osado como absurdo, cambiando todas las piezas del juego, pero perdiendo toda cohesión, señala Daniel Krauze.

Bodyguard, creada por Jed Mercurio, llegó a Netflix México tras convertirse en un fenómeno de audiencia en Gran Bretaña. Los primeros dos capítulos no desmerecen: dos horas adictivas y ágiles. David Budd (Richard Madden), un veterano de la guerra, se ve obligado a detener un posible ataque terrorista en un tren en el que viaja con sus dos hijos. Tras ese acto de heroísmo, David consigue un ascenso, contratado como guardaespaldas personal de Julia Montague (Keeley Hawes), una prominente política británica que apoya leyes antiinmigrantes e intervenciones militares: el opuesto ideológico de Budd, un hombre cimbrado por sus experiencias en la guerra. Conforme la relación entre el guardaespaldas y Julia evoluciona, Londres se ve sacudida por una retahíla de ataques terroristas que ponen en peligro las vidas de los personajes principales… y la verosimilitud de la historia.

Al cabo de unos cuantos capítulos, Bodyguard hace algo tan osado como absurdo, cambiando todas las piezas del juego, pero perdiendo toda cohesión. Lo que a muchos programas les toma temporadas y cientos de tropiezos lograr, este lo consigue en tres horas: alejarse a tal grado de su premisa inicial que aquello que vemos al final resulta no solo irreconocible sino poco llamativo y a menudo confuso. El centro de la historia es la relación –llena de aristas fascinantes y conflictos en potencia– entre Budd y Montague. Sin embargo, al alejar a estos dos personajes Bodyguard también se aparta de sus más claras virtudes. La dinámica y la química entre Madden y Hawes daban no solo para un puñado de episodios sino para una serie completa. A la mitad, la trama se torna dispersa, como si ella misma no supiera qué hilo seguir. Budd va de un lado a otro de Londres –entre agencias, edificios y encuentros clandestinos– en busca de claves. El guion también lo sigue, en busca de un hilo narrativo.

El éxito de la serie en su natal Gran Bretaña fue tal que vale la pena preguntarse si lo que causó ese furor tuvo más que ver con el fondo que con la forma. Después de todo, se trata de un programa que aborda de manera frontal la atmósfera del Brexit, las ventajas y desventajas de una política aislacionista. Al igual que 24 en Estados Unidos, esta es una narrativa que quizás le llame la atención al ala conservadora del público: muchos de los terroristas son musulmanes y las víctimas son políticos a favor de intervenciones militares. De otra forma no me explico el alboroto que esta miniserie ha provocado: un producto bien actuado, pero a menudo absurdo, escrito con brocha gorda y finalmente menor.

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