Rotoscopio

Dieta de Mundial

Aquel que intenta ver todos los partidos del Mundial descubre que no puede cerrar los ojos sin recordar tiros de esquina, goles, jugadas y dribles, escribe Daniel Krauze.

COPA MUNDIAL

RUSIA 2018

Generalmente paso las noches frente a una pantalla. Si no estoy en el cine entonces estoy en la sala del departamento, viendo uno o dos capítulos de una serie. Evidentemente disfruto esa rutina -si no fuera así ocuparía mi tiempo libre de otra forma–, pero hace una semana detecté un cambio. Más que un cambio: un ligero desánimo, como si no tuviera la energía necesaria para seguir la trama de un programa o una película. Ni siquiera mi serie favorita conseguía engancharme. Estuve preocupado hasta la noche del domingo, cuando unas horas antes la Selección mexicana consiguió el triunfo más sorprendente en su historia. Entonces caí en la cuenta de lo que estaba ocurriendo. El Mundial tenía la culpa.

Cada cuatro años mi dieta televisiva abandona la ficción para centrarse exclusivamente en el drama de la Copa del Mundo, un espectáculo que implica una inmersión como pocas otras en el entretenimiento, deportivo o de cualquier otra índole. Aquel que intenta ver todos los partidos del Mundial descubre que no puede cerrar los ojos sin recordar tiros de esquina, goles, jugadas, dribles. Una tercera parte del día se fuga en el sillón, frente a la tele. El resto se va en una especie de cruda futbolística en la que hablamos sobre lo que vimos, planeamos cómo ver los partidos en el trabajo, nos lamentamos de los resultados que elegimos para nuestra quiniela y, básicamente, intentamos pensar en algo que no sea futbol. Las tareas diarias van a contracorriente de esta ocupación futbolera. A menos de que seas periodista deportivo, trabajar es una monserga. Yo, por ejemplo, he aprendido a cambiar pañales, entretener a mi hija y darle de desayunar con un ojo en la creatura y otro en Egipto contra Rusia. ¿Hago bien? Probablemente no. Pero cuando empiezo a sentirme culpable pienso lo mismo. Es un mes cada cuatro años. Sólo un mes cada cuatro años.

Además, ¿qué película en cartelera o serie en iTunes me podría conmover más que el triunfo de México contra Alemania? ¿Cuál tiene más vueltas de tuerca que ese divertidísimo empate entre España y Portugal? ¿Hay 90 minutos más tristes que la derrota de Perú contra Dinamarca? Tal vez es injusto comparar la ficción con el deporte. Su esencia es distinta, incluso el tiempo en el que ocurren: el cine es un recuerdo o un sueño y, como tal, está circunscrito al pasado. El Mundial ocurre en el presente y es, ante todo, real. La desilusión de Salah es real. Las lágrimas de Chicharito son reales.

Volveré a pasar las noches viendo alguna serie, alguna película. Por lo pronto los dejo. Juega Dinamarca contra Australia a las cinco de la mañana. Tengo que dormir temprano.

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