David Calderon

Bachillerato: laurearse con frutos

David Calderón apunta las dificultades que enfrentan los estudiantes al terminar la secundaria, sugiriendo un rediseño en la orientación que reciben para continuar su educación.

La promesa central de la educación es el despliegue del potencial de cada una, de cada uno, para ser libres y felices. El acento lo podemos poner en la apropiación gradual de nuestras propias capacidades y -por ellas y con ellas- de las oportunidades que en el mundo nos corresponden. Eso es a lo que nos referimos con "derecho a aprender": la posibilidad de ampliar constantemente lo que sabemos, lo que valoramos y lo que podemos hacer.

O también lo que podemos subrayar es que sea verdaderamente para todas y todos: la educación es la estrategia central de equidad, porque si el proceso formativo es adecuado, entonces se reconoce y se respeta la diversidad, se crea un marco incluyente y se compensa por justicia la marginación o limitación del contexto.

Por eso, la educación media superior tiene un enorme reto en México. A pesar de que la ley marca ahora como obligatoria la educación hasta concluir el bachillerato, eso es real en tiempo y forma para menos de la mitad de cada generación de mexicanos que cumplen 18 años.

En estas semanas, sólo en la zona metropolitana de la Ciudad de México, más de 311 mil jóvenes hicieron examen para buscar su ingreso en alguna institución pública de Educación Media Superior (EMS). El proceso de selección conjunta a diez instancias públicas –desde el Poli hasta la Universidad Autónoma del Estado de México, del Conalep hasta el Colegio de Bachilleres o la UNAM- lo que ya es en sí mismo una hazaña de coordinación. Todos los jóvenes aspirantes parten de poder demostrar que cumplieron con los requerimientos para la certificación de la secundaria; quedan entonces fuera una buena parte, al menos un tercio de sus compañeros que se fueron "cayendo" antes de concluir ese nivel.

Ayer se presentaron los resultados. Como afirman las autoridades, hay lugar para todos en teoría, en el sentido de que los cupos sumados coinciden en general con el global de los solicitantes. Lo que ocurre en la realidad es que se saturan las opciones que tienen mayor valor en la percepción de los jóvenes aspirantes: varios miles quieren ir a la Prepa 6, el CCH Sur o los planteles de prestigio del Poli. Cuando se inscriben al concurso de selección, pueden elegir en orden de preferencia hasta 20 opciones. Buena parte no definen todas las alternativas, porque en realidad están haciendo cálculo o tiene esperanzas de quedar colocados en las tres primeras.

El sistema tiene muchos méritos, pero también implicaciones inquietantes. En primer lugar, la asimetría de información. En general, los estudiantes son muy jóvenes e inexpertos para sopesar sus alternativas con realismo. ¿Cuál es mi desempeño esperado? ¿Por qué me convienen o no las alternativas que marqué a la cabeza de la lista? ¿Tiene que ver con mis aspiraciones o sólo con la fama? ¿Está lejos o cerca, me gustará el ambiente?

En segundo lugar, la red de apoyo para esta decisión es tenue o inexistente. ¿Hay visitas o vínculos de mi secundaria a los planteles de EMS cercanos? ¿Hay una práctica vigorosa de "puertas abiertas" de las instituciones de EMS para que los adolescentes las conozcan? ¿Las familias no se guían por el prejuicio y el rumor, o peor, no se desmarcan de la responsabilidad que tienen de acompañar a sus hijas e hijos en esta decisión tan crucial?

En tercer lugar, está el tema de la convicción, la recibida y la permanencia. Tal vez cuando salgan sus oportunidades laborales y académicas no habrán mejorado sustancialmente. En general, el paso de la secundaria al bachillerato tiene algo de traumático por toparse con planteles no sólo grandes sino impersonales, vastos territorios hostiles, en donde la soledad, la falta de tutoría cercana y empática, el excesivo acento en lo académico y la falta de participación de espacios significativos de juego, creación, cultura, deporte aplastan a los jóvenes corazones.

Muchos se rompieron ayer y se romperán en los próximos días. Se sienten "rechazados". Claramente la solución no es una masiva ampliación de espacios, más aulas y más profesores con sueldos precarios. La verdadera solución es un gran rediseño. Sólo así el bachillerato responderá a su visión original, que está en su etimología: laurearse con frutos, concluir con logros.

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