Eduardo Guerrero Gutierrez

Ocurrencias de campaña y Mando Único en Morelos

Pareciera que Cuauhtémoc Blanco ignora que en Morelos sus 33 municipios firmaron convenios para la implementación del Mando Único porque está asediado por el crimen.

Con tal de ser trending topics en redes sociales, los candidatos anuncian sin rubor cualquier ocurrencia. El ejemplo más burdo lo ha puesto hasta ahora El Bronco, con la puntada de proponer mochar manos. Sin embargo, no ha sido el único. Dentro de este campeonato de la demagogia, varios de los contendientes a la gubernatura de Morelos han manifestado su intención de desmantelar el modelo de Mando Único que se construyó durante la gestión de Graco Ramírez. Asombra la irresponsabilidad que revelan tales declaraciones. De concretarse el despropósito, se tiraría por la borda una ventaja clave de Morelos para contar con una fuerza policial eficaz. Más grave todavía, en pocos meses veríamos un repunte drástico de la delincuencia y de la violencia criminal en dicho estado.

Más allá de los criminales (y los compadres que los encubren desde la clase política) a nadie en Morelos le conviene poner fin al Mando Único. Cuauhtémoc Blanco, el puntero en las encuestas, ha argumentado que lo que busca es respetar la autonomía de los municipios. Si las circunstancias fueran otras, estaría de acuerdo en debatir los alcances y las ventajas de la autonomía municipal. Sin embargo, pareciera que Blanco ignora la realidad que prevalece en Morelos, y que hizo indispensable que el estado y sus 33 municipios firmaran convenios para la implementación del Mando Único. La realidad es que Morelos está asediado por Los Rojos y otras organizaciones criminales de gran peligrosidad. Estas organizaciones no respetan nada: ni la propiedad ni la integridad ni la dignidad de los morelenses, ya ni hablemos de la autonomía de los municipios.

Por el contrario, los criminales han buscado activamente manipular a las autoridades, en particular a las municipales, que son las más vulnerables. La evidencia en este sentido abunda, ya he relatado varios ejemplos en este espacio. Desde los homicidios de alcaldes y otros funcionarios de los ayuntamientos, hasta un video en el que gente armada de Los Rojos amenaza y somete al presidente municipal de Mazatepec. La infiltración criminal en las alcaldías tampoco es nueva. Sabemos por declaraciones ministeriales que, al menos desde 2015, Los Rojos controlan una docena de alcaldías, donde reciben protección, cobran una tajada del presupuesto municipal e imponen a su gente en puestos clave. Lo único que les impide nombrar también al comandante de la Policía es que, gracias al Mando Único, ésta ya no es facultad del ayuntamiento. Desafortunadamente hay indicios que sugieren que la infiltración criminal en los ayuntamientos no va a terminar en estas elecciones: en lo que va del mes dos candidatos a la alcaldía de Amacuzac fueron detenidos por orden judicial, señalados por presuntos vínculos con el crimen organizado.

No hace falta ir muy lejos para ver lo que pasa cuando las policías municipales son cooptadas por organizaciones criminales que las superan en tamaño, en recursos y en poder de fuego. A pesar de los intentos de los últimos gobernadores, en Guerrero nunca se ha podido establecer un Mando Único efectivo. El 26 de septiembre de 2014, cuando la Policía de Iguala detuvo ilegalmente a 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, la corporación operaba formalmente bajo las órdenes del alcalde José Luis Abarca. Hoy, después de la tragedia, sabemos que quienes mandaban en los hechos –en la policía y en toda Iguala– eran los líderes de Guerreros Unidos.

Los desafíos de seguridad a los cuales ciudadanos y autoridades hacen frente en Morelos son enormes. Sin embargo, la situación no se ha deteriorado de forma tan grave como en otros estados. Cuernavaca dejó de ubicarse entre las ciudades más peligrosas de México. En 2017, mientras que los homicidios dolosos aumentaron de forma escalofriante en todo el país (el número de víctimas aumentó 27 por ciento), en Morelos se registró una disminución de 5.0 por ciento.

El Mando Único en Morelos implica mucho más que una mera centralización del Mando. También es una oportunidad para brindar mejores condiciones laborales y perspectivas de desarrollo profesional a los policías, así como de hacer un ejercicio más transparente de los recursos del que sería posible si el presupuesto se dispersara entre 33 corporaciones policiales.

El presidente del Consejo Coordinador Empresarial de Morelos ha manifestado que desmantelar el Mando Único sería un retroceso. Yo agregaría que sería un retroceso trágico. Si no se ha logrado la centralización del mando policial en otros estados, no es por mérito de las policías municipales (que generalmente son aquéllas en las que menos confía la población). El principal obstáculo para la instauración del Mando Único es el enorme costo político que implica negociar con decenas de alcaldes que no quieren desprenderse del presupuesto y la discrecionalidad que supone tener mando sobre la Policía. En Morelos, la implementación del Mando Único también ha significado un gran desgaste, e incluso un riesgo personal, para el gobernador y el comisionado estatal de Seguridad, Alberto Capella. Poner fin al Mando Único sería una decisión irreversible. Si el próximo gobernador de Morelos lo hace, y luego se arrepiente, será ya demasiado tarde.

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