Eduardo Guerrero Gutierrez

Puertas abiertas

Guerrero Gutiérrez escribe que en Morelos creó una corporación policial con mejores estándares de atención, pero que también asume la responsabilidad para con sus elementos.

La semana pasada la Comisión Estatal de Seguridad de Morelos abrió sus puertas a un grupo de observadores. Mi firma de consultoría, Lantia Consultores, tuvo el privilegio de participar en este ejercicio junto con organizaciones como Alto al Secuestro, el Observatorio Nacional Ciudadano, México S.O.S., el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) y la Asociación de Hospital Privados de Morelos. La experiencia fue extraordinaria por su profundidad. Durante dos días completos varios mandos y elementos operativos explicaron con enorme franqueza sus actividades, sus logros y sus tropiezos a lo largo de los últimos años.

Como ya he descrito en este espacio, Morelos hace frente a un escenario de inseguridad muy complejo. Se trata de un estado con recursos limitados, donde proliferaron mafias estrechamente vinculadas con la clase política local y particularmente agresivas contra la población (el estado fue en algún momento la capital nacional del secuestro). En este difícil contexto, el Comisionado Alberto Capella logró establecer un mando único que permite a las corporaciones estatal y municipales seguir una estrategia coherente y trabajar en todo el estado al servicio de la seguridad –no de los intereses de los delincuentes.

Sin embargo, la transformación de las instituciones de seguridad pública de Morelos va mucho más allá del mando único. Las organizaciones que fueron convocadas en Morelos la semana pasada conocieron una impecable academia de policía donde todos los elementos del estado tienen la oportunidad de capacitarse regularmente. También conocieron un centro de comando (C5) con excelente equipamiento, que se usa para prevenir y combatir delitos (muy distinto a los elefantes blancos que se construyen de forma caprichosa en otros estados).

Quienes trabajan en la Comisión Estatal de Seguridad transmiten un excepcional sentimiento de orgullo y de compromiso con su labor. Lo anterior ha sido posible gracias a una auténtica convicción en la necesidad de dignificar la labor policial. Esta dignificación se logró por medio de una capacitación que no se concibe como el mero cumplimiento de un número de horas de clase, sino como un instrumento para que las y los policías se asuman y actúen como servidores públicos. También ha sido fundamental la mejora de las condiciones materiales en las que los elementos desarrollan sus actividades, así como la constante preocupación por motivarlos y ofrecerles un salario emocional.

A pesar del difícil contexto estatal y nacional, se alcanzaron resultados importantes. En particular, empieza a observarse una mejoría en la percepción pública sobre los policías. De 2016 a 2017 (años para los cuales tenemos cifras comparables de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública del INEGI) el porcentaje de la población que manifestó tener "mucha confianza" o "algo de confianza" en la policía municipal pasó del 39.5 al 46 por ciento. Avances como éste sólo se han registrado de forma excepcional en los estados que han realizado esfuerzos serios de profesionalización policial.

También se siguió una estrategia de generación de inteligencia para la desarticulación de bandas de secuestradores y la liberación de víctimas (en lugar de la mera negociación y pago de rescates). A diferencia del resto del país, los homicidios en Morelos no aumentaron de forma dramática en los últimos años, si bien se mantienen en niveles relativamente altos. Mientras que en 2013, Morelos fue la cuarta entidad del país con una mayor tasa de homicidios, en 2017 se ubicó en la doceava posición.

Por supuesto, muchas cosas siguen mal con la seguridad en Morelos. Preocupa sobre todo que muchos de los criminales de mayor peligrosidad que son capturados por las corporaciones policiales de Morelos terminan por ser liberados; algo parecido al castigo de Sísifo (el personaje mitológico condenado a empujar una y otra vez cuesta arriba una enorme piedra, que invariablemente cae justo antes de llegar a la cima). Es urgente explicar en qué medida estas liberaciones son resultado de una actuación deficiente de las policías, en qué medida se deben a omisiones por parte del ministerio público y también en qué medida estamos ante un problema de corrupción de los jueces.

En Morelos se plantó una semilla. Una corporación policial con mejores estándares de atención a los ciudadanos, pero que también asume un compromiso con el bienestar y el desarrollo profesional de sus elementos. Con cierta razón, los funcionarios de la Comisión Estatal de Seguridad están preocupados. No es ningún secreto el encono que existe entre la actual administración y el gobernador electo. Esperemos –por el bien de la gente de Morelos– que las diferencias políticas no se impongan y que, una vez en funciones, la próxima administración tenga la visión para aprovechar y dar continuidad a los esfuerzos de los últimos años.

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