El diagnóstico planteado por el equipo del presidente electo en el Proyecto de Nación 2018-2024 en materia alimentaria apunta en la dirección correcta: "Si bien México ha logrado obtener una balanza comercial agropecuaria positiva en los años 2016 y en lo que va 2017 (cinco mil 963.2 millones de dólares acumulado a junio de 2017), es imperativo reducir la dependencia que México tiene con relación a los principales productos agrícolas que consume nuestra población".
En este tema, como en muchos otros, los promedios engañan. Con cifras agregadas observamos que el valor del consumo aparente del sector agrícola es ligeramente superior al valor de la producción; el problema lo encontramos, como acertadamente se ha señalado, en los principales productos que consumimos los mexicanos.
Si bien el diagnóstico es correcto, el objetivo no tanto. Lo que se propone en el Proyecto a la Nación es un programa de rescate al campo y la construcción de un Nuevo Sistema Agroalimentario Sustentable y Saludable, cuyo objetivo es "lograr la autosuficiencia alimentaria de granos básicos, oleaginosas, huevo, lácteos y cárnicos"; lo cual parece más un enunciado para motivar, una utopía que perseguir, que un proyecto plausible.
Pero si sólo se logra un punto de inflexión para disminuir la dependencia alimentaria en estos productos ya sería un gran avance. Ilustro lo anterior con el caso del maíz amarillo.
La producción de maíz ha alcanzado niveles récords por el incremento en el rendimiento en áreas de riego; no obstante, la demanda ha crecido a una tasa mayor. La demanda de maíz amarillo, medida por el consumo aparente, registró una tasa de crecimiento anual promedio de 7.1 por ciento en el periodo 2006-2012 y de 12.4 por ciento del 2013 al 2016, lo que ha ocasionado una balanza comercial crecientemente deficitaria, particularmente en términos de volumen.
Hechos como este nos hacen vulnerables a decisiones que se tomen en otras naciones. En el caso del maíz amarillo el 99 por ciento de las importaciones provienen de Estados Unidos; y en el futuro el problema parece tender a agravarse. De acuerdo a los pronósticos de la Planeación Agropecuaria 2018-2030 de Sagarpa, la diferencia entre la producción y el consumo aparente pasará de 11.3 millones de toneladas en el 2016 a 18.4 en el 2030, año en el que la producción cubrirá solo el 21.1 por ciento de la demanda.
El problema del lado de la oferta es la enorme heterogeneidad del campo mexicano. De acuerdo al mismo documento de Sagarpa, los mayores incrementos se han dado en la superficie de riego otoño-invierno, donde los rendimientos por hectárea se han multiplicado por tres de 1980 a la fecha llegando a niveles de 9 Tn/ha, rendimiento 350 por ciento superior al que se observa en zonas de temporal (2 Tn/ha). En ese período, a nivel mundial, el rendimiento promedio pasó de rendimientos de 4 Tn/ha a niveles ligeramente superiores a los 5.5 Tn/ha.
La Encuesta Nacional Agropecuaria 2017, recientemente presentada por el Inegi, ratifica con toda claridad la heterogeneidad de los rendimientos en la producción de maíz amarillo. El promedio nacional reportado es de 5.4 toneladas por hectárea, 8.6 en superficie de riesgo y 2.3 en temporal. Los mayores rendimientos se encuentran en extensiones grandes (más de 50 hectáreas) de riego, donde se alcanzan 9 toneladas por hectárea, los cuales se comparan con las mejores a nivel internacional; pero aún en extensiones pequeñas de riego (10 hectáreas o menos) se alcanza un rendimiento de 5.3, similar al promedio mundial. Cabe señalar que del total de superficie sembrada de maíz amarillo en el periodo de octubre de 2016 a septiembre de 2017, más de la mitad (56 por ciento) es de temporal.
Por este y otros motivos debemos de seguir invirtiendo en ampliar los beneficios del riesgo, pero no sólo en eso; para incrementar los rendimientos y la utilidad de los productores resulta fundamental implementar programas de capacitación y organización de productores, y un programa masivo de extensionismo rural, complementado con la ampliación de los esquemas de semilla mejorada ya probados por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMyT).
En síntesis, pensar en la autosuficiencia alimentaria es una utopía y no sé si la mejor utopía, por el costo que implicaría perseguirla; plantear la disminución de la dependencia alimentaria es un objetivo plausible que resulta indispensable conseguir en el siguiente sexenio.