Enrique Cardenas

Impulsar al sur sin descuidar al resto del país

Se trata de hacer prósperos a todos, tal como fue la política de unificación de Alemania tras la caída del muro de Berlín.

No cabe duda que el país ha crecido relativamente poco a lo largo de los últimos dos decenios. Desde 1993, la economía mexicana apenas creció 2.5 por ciento anualmente en promedio, y solamente 1.0 por ciento en términos per cápita. Aun así, sigue siendo un crecimiento menor al registrado en los años del milagro mexicano (5.2 por ciento anual del PIB y 2.8 del PIB per cápita) que va de mediados de los años treinta a los años sesenta.

Desde que se tienen estadísticas estatales del PIB (2003), se puede observar que el crecimiento no ha sido homogéneo. Los estados del centro y norte del país, en promedio, han tenido un desempeño de varias veces más alto que los estados del sur de México. Los primeros han crecido entre 3.0 y 5.0 por ciento en promedio anual en los últimos 14 años, mientras que los del sur se quedaron totalmente estancados, pues apenas lo hicieron al 0.2 por ciento. Esa diferencia ha polarizado al país, lo ha dividido y se han profundizado las brechas de toda índole entre una y otra región. El panorama se transformó positivamente en el centro-norte. Hay mejores servicios de educación y salud, la mortalidad infantil es también menor, así como los niveles de empleo formal y niveles salariales. Incluso la pobreza extrema está cerca de ser erradicada, mientras que en el sur sus niveles son mayores al 20 por ciento. La pobreza en general también es mucho mayor en el sur que en el centro-norte.

Por tanto, una conclusión inicial pero muy poderosa es que se debe impulsar el sur, lo más rápido y ampliamente posible, para que su nivel de bienestar socioeconómico se acerque a los niveles del norte y disminuya la desigualdad regional. Pero, ¿por qué ha sido así? ¿Por qué los estados del centro y norte del país han avanzado mucho más que los del sur? Desde luego hay muchas diferencias, desde geográficas e históricas hasta enfoques locales distintos de política pública y comportamiento social. Pero a pesar de estas diferencias, existen otros elementos que son centrales en su explicación. Primero, las políticas de apertura comercial y liberalización económica (supongo que a eso AMLO le ha llamado la política neoliberal) han sido mejor recibidas por las entidades del centro-norte que por las del sur-sureste del país. Ahí se han establecido la mayoría de las empresas relacionadas con el comercio internacional impulsado por el TLCAN, ahí es donde más inversión se ha instalado, tanto nacional como extranjera, donde existe mayor infraestructura carretera y portuaria. Incluso, hay más instituciones educativas enfocadas a la producción de bienes y servicios que en el sur del país. Son áreas con mayor movilidad social, más expuestas a la competencia y a la necesidad de hacer las cosas más eficientemente.

Por el contrario, en el sur hay una dispersión mayor de la población en cientos de comunidades relativamente pequeñas y con altos costos de comunicación entre ellas y con centros urbanos y productivos más grandes. Están más alejadas de los mercados más amplios y dinámicos. Por tanto, a los inversionistas privados les cuesta mucho más invertir en el sur, y su rentabilidad es menor que en el centro-norte. Esta situación al menos podría haberse paliado. No era inevitable. El gobierno no invirtió lo suficiente ni tomó acciones correctivas para enfrentar las fallas de mercado que propician la desigualdad y la polarización. Desde hace años se requería la acción del Estado para corregir esas fallas y hacer el piso más parejo para la competencia. Por eso es loable que el nuevo gobierno enfoque sus baterías en el sur, de manera inteligente y respetuosa del medio ambiente, para disminuir las diferencias y las desigualdades a través de impulsar la inversión en esa parte del país. Requiere mucha más infraestructura para facilitar las comunicaciones y el tránsito de mercancías y personas, necesita impulsar la creación de empresas y oportunidades de trabajo para que los niveles de desarrollo humano aumenten significativamente. Se debe erradicar la pobreza de esas comunidades, olvidadas por decenios.

Pero al mismo tiempo, el gobierno debe hacer todo lo posible para que el buen desempeño del centro-norte no sólo no disminuya, sino se mantenga e incluso mejore. Así podrá generar prosperidad y, por tanto, recursos fiscales federales que permitan aminorar las diferencias regionales. Desgraciadamente, algunas decisiones parecen ir en sentido contrario, como la cancelación del NAIM y la forma de tomar decisiones de los grandes proyectos de infraestructura (consultas populares a modo).

La suma del crecimiento nacional es la suma del crecimiento de sus regiones. Es más fácil aumentar el promedio del país si se impulsa el sur, que tiene bajo crecimiento, y NO se obstaculiza el desarrollo del resto del país, que tiene alto crecimiento. No se trata de empobrecer a unos y tratar de hacer prósperos a otros. Se trata de hacer prósperos a todos, tal como fue la política de unificación de Alemania tras la caída del muro de Berlín.

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