Enrique Cardenas

Lo político por encima de todo

La clase política tiene algo en común, es egoísta y le falta de empatía con los demás, en un orden en donde primero son ellos, su partido y en último lugar el interés por el país.

En el último año tuve una efímera travesía por el mundo político-electoral en Puebla. Traté de conseguir una candidatura independiente a la gubernatura del estado y no tuvimos éxito. Pero esa es otra historia. Lo que me parece más interesante es haber visto a la clase política en su propio mundo. No cuando vemos a los legisladores en el Congreso dar discursos en la tribuna, no cuando los vemos en el accionar de la política pública en el Ejecutivo. No, me refiero a haberlos observado actuar en su mundo político puro y duro: la búsqueda del poder. Hubo muchas enseñanzas en esta aventura, pero quizás la más relevante es una. Me percaté que la mayor parte de la clase política tiene algo en común: el egoísmo, la falta de empatía con los demás. Es un contrasentido, pero así es. Primero son ellos, luego ellos, luego otra vez ellos… en un distante vigésimo lugar (por decir algo) su partido y mucho, mucho más lejos, está el interés por el país. Puedo contar con los dedos de una mano excepciones a esa regla general. Es devastador. Las personas, los ciudadanos, les valemos un cacahuate. No importa si somos ricos o pobres, rubios o morenos, altos o bajos, gordos o flacos. A casi toda la clase política no les importamos en lo absoluto. Y cuando parece que sí les importamos, es sólo porque les somos útiles para lograr sus propios objetivos, no los nuestros.

La decisión de cancelar el nuevo aeropuerto es un ejemplo de lo que señalo. No importó el bienestar de 40 mil trabajadores directos y sus familias que serán despedidos; no importaron los miles y miles de millones de pesos que hemos aportado muchísimos mexicanos en lo que llevaba ya la obra, simplemente para tirarlos a la basura; no importó el bienestar de miles de familias que no tendrán trabajo en turismo, transportes, servicios de toda índole; no importó haber perdido la oportunidad de crear un gran pulmón para la Ciudad de México donde se ubica actualmente el aeropuerto Benito Juárez; no importó el impacto futuro sobre la confianza indispensable para generar inversión y de ahí crear más empleos. Nada de eso importó. Lo único que importó para el presidente electo fue dar un golpe en la mesa y decirle a todos: 'yo soy el que mando, y al que no le guste, que monte a pelo'. Sólo importó 'reforzar' un poder político ante sus seguidores que no cuestionan sus decisiones. Sólo importó la decisión 'política', no de bienestar de la gente, al tomar esta decisión. ¿Para quién fue importante 'reforzar el poder político'? ¿Para la gente en general? ¿Para los partidarios de AMLO? O más bien, fue importante para AMLO mismo y sólo para él.

Eso lo vi una y otra vez en Puebla: por ejemplo, Moreno Valle contrató un seguro contra desastres naturales pagando una prima de 18.2 millones de dólares. Al sobrevenir el sismo, el gobernador Antonio Gali reconoció que el seguro sólo cubría 30 millones de dólares. Evidentemente no alcanzó esa cantidad y más de un año después aún no concluye la reconstrucción y gente pobre sigue viviendo a la intemperie en algunos lugares. Así, el pago por la prima del seguro que pagamos con nuestros impuestos simplemente se evaporó (o se lo robaron). De la misma forma, las toneladas de concreto, acarreo de materiales y demás gastos ya hundidos en Texcoco se han evaporado. No sé si hubo o no corrupción en las contrataciones. Pero para efectos prácticos, para quienes los pagamos, el que se hayan evaporado esos dineros se asemeja al caso de los seguros de Moreno Valle, que presuntamente se los robaron. Quizás nunca lo sabremos. Pero el hecho es que ese dinero que pagamos ya no existe ni servirá para nada, excepto para 'reafirmar' el poder político de AMLO ante sus seguidores, y alinear a los 'empresarios' que tristemente se quedaron callados y no fueron capaces de defender sus derechos. Se sometieron sin chistar para resguardar su propio pellejo y probablemente tener ofrecimientos que en el futuro habrá otros contratos. Quizás era demasiado pedirles que hicieran valer sus derechos contractuales y correr el riesgo de ser vetados como contratistas. Pero al quedarse callados perdieron la autoridad moral para criticar y lamentarse en el futuro. Como dice la leyenda sobre las palabras de la sultana Aixa, madre de Boabdil el Chico, último rey islámico de Granada al entregar las llaves de la ciudad, el 2 de enero de 1492, y dar fin a la ocupación árabe en España: "No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre" (perdonen la implicación sexista, pero es una frase supuestamente pronunciada hace más de 500 años).

Resumo las tres ideas: una, la (mayoría) de la clase política es extremadamente egoísta y no le interesan los ciudadanos en absoluto, como la cancelación del NAIM, salvo para conseguir lo que les beneficia a ellos mismos. Dos, dicha cancelación, tal como ocurrió, no fue pensando en los ciudadanos y significó, entre otras cosas, que nuestros impuestos para pagar lo ya construido equivalen a que nos los hayan robado. Tres, si cada quien ve sólo por su propio beneficio y sólo se preocupa por salvar su pellejo, estamos perdidos ante lo que viene.

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