En estas líneas he comentado que me lancé como candidato independiente a la gubernatura de Puebla y ayer, en el día 18 de una campaña de 60 días, finalmente el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación rechazó mi solicitud de registro. No saben cuánto lamento la resolución, pues abría una esperanza de contar con una opción no partidista a la gubernatura del estado. Y esta no iba a ser una candidatura testimonial. Sin poder afirmar lo que habría ocurrido, hay indicios de que las divisiones al interior de Morena y del PAN a nivel local hubieran generado votos por una opción ciudadana y haber votado de forma diferenciada a nivel presidencial. También se ha reflejado el apoyo en medios académicos, periodísticos y de diversas organizaciones. Es sólo una hipótesis, pero podría pensarse que la candidatura no terminaría siendo solamente testimonial. En fin, el punto es que en este proceso quedó claro que existe un férreo monopolio partidista que impide llegar a personas ajenas a la partidocracia. Los obstáculos inician desde las leyes electorales locales, pasan por el control de la autoridad sobre los órganos electorales y sus tribunales, y se agregan las triquiñuelas de todo tipo que el propio Poder Ejecutivo realiza para entorpecer el arribo de candidatos independientes.
El control férreo de los políticos para proteger sus intereses, como se ha demostrado una y otra vez, seguirá como tal mientras nadie amenace su monopolio. Este se ha reproducido y se ha nutrido de la enorme cantidad de dinero que han recibido "legalmente" (entrecomillo porque ellos mismos definen esos montos), y lo que han obtenido por prácticas de corrupción que han escandalizado a propios y extraños. Al no ocurrir nada, como lo atestigua el caso Odebrecht o la Estafa Maestra, en buena parte porque el poder público que debería sancionarlo también depende de ellos mismos, se refuerzan los incentivos para continuar con esas prácticas para proteger sus intereses, cueste lo que cueste. Como muestra basta un análisis somero sobre el contenido de las campañas políticas actuales.
¿Cómo romper ese monopolio? ¿Cómo evitar que sigan operando como amos y señores del feudo llamado México, y los minifeudos como Puebla? Una salida son las candidaturas independientes, específicamente candidaturas sin nexos previos con un partido. Si se lograra que más y más personas de la sociedad se animaran a entrarle a competir por un cargo público por las buenas razones, podría iniciar un proceso de ciudadanización (o no-partidización) de la política. Encontramos algunos visos de ello en Jalisco, en Nuevo León, Sinaloa, Morelos y la Ciudad de México. En Puebla tratamos y tuvimos apenas un éxito parcial al contar con cinco candidaturas independientes a presidencias municipales. Todavía es muy rudimentario (salvo el caso de Wikipolítica, que trae dos candidatos sin partido al Senado, tres al Congreso federal y 12 al Congreso local), pero promete mucho. De ganar las elecciones, este grupo de personas podría comenzar a revolucionar la vida interna del legislativo en sus entidades, y empezar a impactar a nivel federal.
Pero para llegar a la candidatura independiente, depende mucho de qué estado se trate. Existen diferencias abismales en las leyes electorales estatales, que marcan los requisitos para llegar a registrar una candidatura. Los porcentajes de la lista nominal difieren, los plazos para conseguirlas también, los requisitos de territorialidad varían y, sobre todo, varía enormemente el tamaño de la lista nominal. Ello hace que la competencia sea muy distinta en el país y se genere mucha inequidad entre legislaciones. Tampoco hay equidad entre lo que se exige a un candidato independiente y lo que se exige para la formación de un partido político. Por ejemplo, en Puebla se exige el tres por ciento de firmas de la lista nominal en un mes, mientras que un partido cuenta con un año para obtener el 0.26 por ciento.
Después de algunos años de experiencia con las candidaturas independientes, es necesario legislar de nuevo y realmente permitir que más ciudadanos accedan a ellas. Es un camino prometedor para combatir el monopolio de los partidos que, realmente, nos ha llevado a la difícil situación en que nos encontramos. Como escribió hace dos días Mauricio Merino (El Universal, 15 de mayo, 2018), el sistema de partidos tal y como lo conocemos está desfalleciendo y será necesario encontrar otro para resolver el problema de intermediación entre gobernados y el poder público. Con candidaturas independientes genuinas (no como la del Bronco, Margarita Zavala, Armando Ríos Piter o Ana Teresa Aranda en Puebla), es probable que podamos derrumbar el muro del monopolio partidista.