¿Qué podemos esperar en términos económicos del 2019?
Por lo pronto, sólo incertidumbre y un año mediocre.
Sin embargo, cuando se siguen redes sociales o se ven los comentarios en medios, uno encuentra que hay detractores del actual gobierno mexicano, que casi anticipan un desastre. Y al revés, algunos partidarios del gobierno actual parecen festinar el auge que viene.
La realidad es que no hay elementos para considerar ni una cosa ni la otra. Más bien hay todavía muchas interrogantes y la previsión de un año con menor crecimiento, pero lejos de una crisis.
Las señales ambiguas se han apreciado desde los primeros días de enero.
Por un lado, a escala internacional, pareciera haber consenso en que es factible un freno a la actividad económica mundial.
La previsión del FMI para las economías avanzadas es que crecerán a una tasa de 2.1 por ciento luego de que en 2018 alcanzaron 2.4 por ciento.
Para Estados Unidos, en lo particular, la estimación es de 2.5 por ciento tras el 2.9 por ciento del año pasado.
Y ese hecho ya se ha reflejado en la caída de la bolsa.
El índice Dow Jones retrocedió en 12.6 por ciento en los últimos tres meses, y específicamente en 9.2 por ciento en el último mes.
Sin embargo, la cifra de creación de empleos en EU en diciembre, de 312 mil, revelada el viernes pasado, muestra una economía robusta.
En México, también las señales carecen de uniformidad.
Por un lado, la más reciente encuesta de Citibanamex indica que predomina la visión de que el crecimiento de este año se quedará en 1.8 por ciento. Si ese fuera el caso, tendríamos un ritmo económico visiblemente más bajo que el de 2018, pero por arriba del 1.3 por ciento de crecimiento registrado en el primer año de Peña, 2013.
Sin embargo, en las variables financieras, resulta que los primeros días del año mostraron un peso con mejor desempeño.
El viernes 4 de enero, el dólar interbancario cerró en 19.41, el nivel más bajo desde mediados del mes de octubre.
Sin embargo, las minutas de la reunión de política monetaria del Banxico celebrada el 19 de diciembre, en la que se acordó un incremento de un cuarto de punto en la tasa de interés, y que fueron publicadas la semana pasada, muestran un sesgo negativo en su balance de riesgos para la actividad económica.
Hay la sensación en diversos círculos de que la política económica del nuevo gobierno va creando incertidumbre, por decisiones sin lógica económica, como la cancelación del NAIM.
Pero al mismo tiempo, se percibe que existe un manejo macroeconómico que busca preservar la estabilidad.
Por ejemplo, se dejó en vigencia el mismo mecanismo de fijación de precios finales de las gasolinas, simplemente con el señalamiento de que habrá incentivos fiscales cuando el precio internacional se vaya para arriba, para impedir un alza de la gasolina superior a la inflación.
Y de hecho, lo que sucedió al arrancar el año es una baja de los precios, que probablemente contribuya a una menor inflación en enero.
Para no equivocarse con juicios emocionales como los que se dan en abundancia en estos tiempos hay que tomar distancia de los detractores que todo ven negro y de los apologistas, que celebran sin razón, y buscar que los hechos y cifras, ponderados adecuadamente, sean los que nos digan cuáles son los primeros resultados de la nueva gestión.