Alfonso Romo, 'Poncho' para los cuates, es uno de los hombres más racionales alrededor de Andrés Manuel López Obrador.
Y no es poca cosa, porque Romo es responsable de estrategia y programa.
Poncho no gusta a muchos empresarios. Es un emprendedor que ha tomado altos riesgos, que ha tenido muchos éxitos, grandes fracasos y ha ganado el amor y el odio de muchos.
Pero como empresario, en términos generales mantiene los pies en la tierra y es alguien con quien se puede razonar.
Bloomberg publicó ayer una entrevista con él, en la que señaló lo siguiente respecto a los procesos de licitación de hidrocarburos asociados a la reforma energética:
"Lo que hemos visto en el proceso de licitación es que (los contratos) son muy buenos para el país, están bien hechos y hasta hoy no tenemos quejas".
Sin embargo, apenas el pasado 5 de febrero, el candidato de Morena había dicho respecto a los contratos petroleros lo siguiente:
"Vamos a revisar todos esos contratos (petroleros); no vamos a permitir que el petróleo, que es del pueblo y de la nación, vuelva a manos de extranjeros".
Y precisamente el mismo día que Romo daba a conocer sus muy sensatas posiciones respecto al tema petrolero, tratando de dar tranquilidad a los inversionistas, AMLO estaba ocupado proponiendo la redacción de una nueva 'Constitución Moral'.
Al tomar protesta como candidato del Partido Encuentro Social (PES) ofreció convocar a la redacción de una 'Constitución Moral', tal y como ya hay una Constitución Política.
Para ello planteó que habría un Congreso Constituyente en el que habría psicólogos, sociólogos, filósofos, ancianos venerables de comunidades indígenas, maestros, padres de familias, poetas y, sobre todo, integrantes de las diversas religiones.
No tengo nada en contra de buscar valores morales en una sociedad que los requiere de modo creciente, pero redactar un documento jurídico que los incluya parece tema de otro ámbito y no de un movimiento político.
Y si sólo será un ejercicio de reflexión, pues tendrá el mismo valor que la 'presidencia legítima' que encabezó AMLO un tiempo.
Este tipo de expresiones de AMLO creo que abonan muy poco al esfuerzo que desde hace meses hace Alfonso Romo, cuando intenta exponer de manera razonable consideraciones como las que expuso en materia de contratos de hidrocarburos.
Mientras que son peras o manzanas, para las empresas mexicanas y extranjeras que han comprometido miles de millones de dólares en inversiones, resulta un alivio observar que por lo menos en la expresión de uno de sus asesores, AMLO parece más mesurado.
Sé que esta visión no gusta a los opositores al tabasqueño, que quisieran ver al AMLO rabioso todo el tiempo.
No será así, como le he comentado, la complejidad del personaje lo hace oscilante.
El problema es que, como un moderno Sísifo, Romo levanta la roca hacia la cima, tratando de generar tranquilidad y certidumbre, sólo para que pronto vuelva a rodar hacia abajo cuando AMLO vuelva a declarar o hacer algo que eche para abajo sus esfuerzos.
Suerte, Poncho.