No fue tormenta, fue llovizna. Eso dijo el presidente electo luego de salir de la reunión con los principales contratistas que participan en el proyecto del aeropuerto en Texcoco.
Todo indica que los empresarios recibieron garantías de que las cláusulas de terminación anticipada de contrato van a aplicarse y de que se les va a finiquitar en función de los montos que se les adeuden.
En correspondencia, quienes acudieron al encuentro adoptaron la posición, en principio, de llegar a un arreglo y no acudir a tribunales.
Algunos –me consta directamente– estaban estudiando la posibilidad de presentar demandas por daño patrimonial. Sin embargo, en ese caso, el pronóstico no era el mejor para empresas cuya actividad dependerá en los próximos años de la obra pública.
Así que la elección fue claramente por el menor de los males.
¿En qué medida esta circunstancia será suficiente para despejar las dudas que surgieron en los mercados financieros?
Evidentemente no. Pero, dudar implica no tener certeza. Los inversionistas están expectantes respecto a lo que pueda ocurrir con otras decisiones de la nueva administración.
Lo que sí se diluyó en los últimos días fue la sensación de que podríamos entrar en una secuencia de conflictos entre el gobierno y los empresarios. Al no haber sido así, el mercado accionario mexicano dio un salto, entre el 30 de octubre y el cierre de hoy, el índice de la bolsa ganó 6.4 por ciento. En el caso del dólar, el retroceso desde el nivel más alto hasta la tarde de ayer, ya es de 3.7 por ciento.
Aquí le hemos expresado que es diferente la posición de los organismos empresariales –al menos algunos– respecto a la de importantes inversionistas institucionales y de empresarios en lo individual.
En el caso de los extranjeros, en particular, mientras los rendimientos sean atractivos y la expectativa de largo plazo sea favorable, no habrá retracción de inversiones.
Y, en el caso de la mayoría de los empresarios nacionales, al margen de simpatías o antipatías con el presidente electo, también hay, por lo pronto, la intención de buscar la manera de continuar haciendo negocios.
¿Quiere decir lo anterior que tendremos una bolsa al alza y un dólar a la baja en las siguientes semanas y meses?
No necesariamente. En buena medida el comportamiento de los siguientes meses dependerá de lo que suceda con las señales relativas al Paquete Económico, al Presupuesto… y a Pemex.
Lo que puede anticiparse hasta ahora es que, desde una perspectiva macroeconómica, el Paquete Económico sería recibido positivamente si es creíble y mantiene un superávit primario como el ofrecido, de 0.8 por ciento. No se ve que vaya a causar sobresaltos.
El eslabón débil, como lo hemos comentado reiteradamente, está en Pemex.
Si se percibe un debilitamiento de las finanzas de la empresa petrolera por los proyectos a emprender, como el de la refinería, sin ingresos adicionales que los compensen, pende la amenaza de una reducción en la calificación de Moody's. La deuda externa de Pemex está valuada en Baa3, que es el mínimo para tener grado de inversión. Si la calificación bajara un escalón, a Ba1, muchos fondos –por normatividad interna– se verían obligados a vender los títulos de la petrolera.
Y, en ese caso, la llovizna sí puede convertirse en tormenta.