Andrés Manuel López Obrador es un personaje tan singular que no da lugar a medias tintas.
Hay muchos que piensan que en cuanto él empiece a gobernar habrá un cambio cuasimilagroso en el país y la cosas empezarán a estar mejor a partir de que el 1 de diciembre empiece a despachar en Palacio Nacional.
Pero hay otros que piensan que a partir de esa fecha se desatará el caos en el país, por las decisiones que ha anunciado en las últimas semanas.
La realidad es que el sábado 1 de diciembre el país estará como siempre. E incluso, el lunes 3, todo seguirá sin novedad.
Y además, el último mes del año va a transcurrir con tranquilidad.
No quiere esto decir que no van a gestarse transformaciones importantes en el país. Ya las veremos al paso de los meses, y valoraremos si serán para bien o para mal. Pero, lo que es un hecho es que este año los nuevos funcionarios van a estar aprendiendo dónde se prenden y apagan las luces de sus oficinas y no podrán hacer mucho más. Obviamente es metáfora.
Pero la crispación y la impaciencia han conducido a polarizar.
Muchos ingenuos imaginan que basta con que López Obrador empiece a despachar en Palacio Nacional, para que la vida del país mejore milagrosamente.
No va a pasar. El 2 de diciembre, el país se va a levantar con los problemas de todos los días.
Pero, salvo que se presenten señales en sentido contrario, tampoco va a ocurrir lo opuesto. No habrá caos. La administración pública va a operar como todos los días. Los mercados financieros no van a ser sorprendidos y la vida de millones de mexicanos marchará como siempre.
México tiene una sociedad muy grande y compleja. Quienes piensan en que van a darse milagros por el mero hecho de que alguien diferente despache en la Presidencia pueden llevarse un chasco.
Pero, en el otro extremo, también hay quienes imaginan que el país se va a convertir en un caos, en una sociedad sin rumbo, sin mando, sin un equipo capaz de tomar el control del aparato de gobierno.
Tampoco va a ser el caso.
Hay pragmatismo suficiente en la nueva administración, para apoyarse en quienes ya conocen la operación del sector público, para que las cosas sigan caminando.
Lo crítico no va a ocurrir a partir del 1 de diciembre… sino mucho antes, apenas en las próximas semanas.
Lo dicho por Donald Trump en su respuesta a la misiva de AMLO crea dos escenarios diametralmente opuestos.
Si antes del 1 de diciembre ya estuviera acordado un renovado TLCAN, el nuevo gobierno comenzaría con el pie derecho. Con suficientes ingredientes de certidumbre como para que el sector privado estuviera muy animado a invertir y la expectativa de crecimiento del primer año de AMLO fuera superior a la que hasta ahora se maneja.
Si no sólo no hay un nuevo TLCAN, sino que Estados Unidos estuviera en el curso de abandonar el acuerdo, las cosas serían muy complicadas. Antes de la llegada de AMLO al gobierno quizás estallaría una crisis financiera, que no se eliminaría con el cambio de administración.
Así que, ni el infierno ni la gloria, siempre y cuando Donald Trump no cometa la insensatez de salirse del Tratado. En ese caso, tal vez no tengamos el infierno, pero no podríamos salvarnos de unos buenos meses en el purgatorio.