En un hecho inusual en los estilos diplomáticos, una delegación de alto nivel del gobierno de Estados Unidos, incluyendo tres secretarios, visitará hoy las oficinas del ganador de la elección presidencial, Andrés Manuel López Obrador.
Estamos en una época en la que se están rompiendo tradiciones y reglas, así que no debiéramos sorprendernos.
Será una visita informal, pues AMLO aún no recibe la constancia de presidente electo que le otorgará el Tribunal (TEPJF) cuando haga el recuento final de los votos.
Sólo como antecedente, hace seis años fue hasta el 27 de noviembre de 2012 cuando hubo un encuentro de Peña y Obama.
Seis años antes, fue el 8 de octubre cuando Calderón como presidente electo y George Bush realizaron un encuentro, sin que hubiera habido antes reuniones de tan alto nivel como la que realizará hoy.
Ni Trump ni AMLO son políticos tradicionales y no habría que esperar que siguieran los cánones de la diplomacia.
Ayer, Steven Mnuchin, el secretario del Tesoro, quien será uno de los asistentes hoy al encuentro, señaló que uno de los temas prioritarios del encuentro será el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica.
Aunque no viene a México Robert Lighthizer, el Representante Comercial de Estados Unidos, la renegociación será uno de los temas de fondo.
Con Trump todo es de pronóstico reservado. Sin embargo, hay elementos para pensar que ha crecido la posibilidad de que pronto se encuentre una senda para poder alcanzar un acuerdo, cualquiera que éste sea.
En una entrevista con Financial Times, la futura secretaria de Economía, Graciela Márquez, señaló que el gobierno mexicano está con la voluntad de llegar a un acuerdo, aun si se tratara de un 'TLCAN 1.5' en lugar de un 'TLCAN 2.0'.
Es decir, se ha planteado que es prioritario llegar a un acuerdo, así tuviera que proponerse un 'tratado lite'. Igualmente, Márquez no descartó la posibilidad de que hubiera un Tratado bilateral (en el extremo), en caso de que no pudiera concretarse el acuerdo entre los tres países, algo que la actual administración no ha admitido ni como una posibilidad; un caso que también Canadá ha rechazado completamente.
No sería nada extraño que, tras la visita de los funcionarios del gobierno de Estados Unidos el día de hoy se refuerce el tono optimista que se ha presentado en los últimos días.
Pero lo malo es que el optimismo podría deberse más bien a la flexibilidad de la posición del próximo gobierno mexicano que a algún cambio en la perspectiva de Estados Unidos.
Hasta ahora, no hay ningún indicio de que el gobierno de Trump acepte que no se incluya la cláusula de terminación automática del Tratado cada cinco años; tampoco que haya cambiado su perspectiva en materia automotriz o agropecuaria, por mencionar sólo algunos de los puntos de conflicto, que son innegociables para el actual gobierno.
El sector privado debiera recordarle al equipo de AMLO que un Tratado comercial es un asunto que va mucho más allá de un sexenio, y que las decisiones que se plasmen en el acuerdo son para los siguientes 20 o 30 años y no para los próximos seis.
Pero, ahora que la luna de miel está apenas comenzando, ¿habrá quien en la iniciativa privada tenga el valor de confrontar una estrategia de AMLO y decir que debe corregirse?