De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, dice un adagio muy antiguo.
Esto quiere decir que, aunque a veces el fin sea plenamente justificable, si las cosas no se hacen bien, el resultado puede ser lo contrario a lo que se esperaba.
En la entrevista que nos concedió el martes por la noche el presidente Andrés Manuel López Obrador, explicó con profusión y elocuencia las evidencias del abandono del combate al robo de combustible, y probablemente la complicidad que tuvo que existir al interior de Pemex.
Sin embargo, cuando se preguntó respecto a si no había otra manera de instrumentar las medidas de combate al robo de combustible, la respuesta de López Obrador fue que no había otro modo.
Y allí es donde creo que las incuestionables buenas intenciones chocan con los errores de instrumentación.
No iba a ser nada sencillo programar el cierre de ductos usados para la ordeña. Tanto así que se tomó la decisión de realizar un proceso escalonado. No se cerraron ductos derivados de la refinería de Minatitlán, por ejemplo.
El proceso era riesgoso y complejo, tanto que no se había intentado antes.
No iba a ser sencillo reemplazar la distribución de gasolina entregada por ducto mediante el uso de pipas.
Aun con la planeación más cuidadosa, iba a existir seguramente un riesgo de desabasto.
Y, si había errores en la logística y deficiencias de comunicación que pudieran propiciar compras de pánico, estaba puesta la mesa para un problema a gran escala, que es el que tenemos hoy.
Se trata de una primera gran prueba para el nuevo gobierno.
Hubo una decisión absolutamente justificada y deficientemente instrumentada, que propició un problema evitable.
Lo peor que puede hacer el gobierno de López Obrador es minimizar el asunto. Tal vez AMLO tuvo razón en un principio, cuando señaló que había quienes querían magnificar el tema.
Pero desde hace tres días, la dimensión objetiva es enorme y el potencial de una crisis aún mayor allí está.
Ya no bastan los dichos o las solicitudes del presidente López Obrador a la población. Lo que requiere es que, así sea poco a poco, la gasolina regrese a las estaciones de servicio.
El gobierno tiene un número suficientemente grande de enemigos como para pretender aprovechar esta situación y convertirla en una gran crisis, que pase de la falta de gasolinas a la falta de mercancías en las tiendas.
Espero que haya el talento y el trabajo indispensables para que esto no suceda.
Y además, que se aprenda la lección.
El robo de combustible es un delito que se había convertido en una industria, asociada con grupos criminales y también con municipios enteros, incluyendo a su "pueblo bueno".
Los problemas derivados del cierre de ductos y otras medidas contra el robo de gasolinas no deben inhibir otras acciones de grandes proporciones.
Pero, sí debe haber la lección de que no se trata de medidas triviales, sino complejas, con una profunda afectación de intereses que van a responder y con implicaciones muy serias.
No se debe apostar todo al respaldo de la población al presidente López Obrador.
Si se quiere cambiar el país, el capital político que representa ese respaldo debe ser usado con absoluta responsabilidad y no emprender acciones que por bien intencionadas que estén, pueden llevar "al infierno".