Diversas instituciones ajustaron ya a la baja su estimación para el crecimiento de la economía mexicana en 2019.
El más pesimista resultó Bank of America-Merrill Lynch, que estimó para este año un crecimiento de sólo 1 por ciento y para 2020 apenas 1.5 por ciento. Se trata del pronóstico más pesimista.
Otro de los que tienen su expectativa de crecimiento muy abajo es Credit Suisse, que en la más reciente encuesta de Citibanamex, estableció una tasa de 1.2 por ciento para este año.
Sin embargo, el promedio sigue estando más cerca del 2 que del 1 por ciento, pues es de 1.8 por ciento.
Pero, prácticamente ninguno de los expertos que hace pronóstico económico estima que en el 2019 la economía crezca más que el año pasado.
Los primeros años de cada sexenio no son afortunados en materia de crecimiento.
Permítame hacer un recuento.
El último año de Felipe Calderón la economía creció en 3.6 por ciento; y el primero de Enrique Peña bajó a 1.4 por ciento.
En el último año de Vicente Fox el crecimiento fue de 4.5 por ciento y el primero de Calderón bajó a 2.3 por ciento.
En el caso de Zedillo, la economía creció en 4.9 por ciento en su último año de gobierno y Fox se estrenó con un decrecimiento de –0.4 por ciento.
El peor de los contrastes ocurrió seis años atrás. Salinas terminó con un crecimiento de 4.9 por ciento, mientras que el primer año de Zedillo la economía cayó en –6.3 por ciento.
Hace mucho tiempo que los primeros años de gobierno son peores que el último de cada sexenio.
Y, aunque faltan datos oficiales, todo indica que el último de Peña, con un 2.2 a 2.3 por ciento, fue el peor para un cierre sexenal desde Miguel de la Madrid.
Así que, cuando se ven estas historias, no resulta nada extraño que las previsiones de este año no sean precisamente para hacer fiesta, pero tampoco tenemos una tragedia en ciernes.
En 2019 se reúnen diversas circunstancias que se suman al efecto natural del cambio de gobierno.
La llegada de nuevos funcionarios; el arranque de nuevos programas; el cambio de sistemas, etcétera, generalmente producen una lentitud en el ejercicio del gasto y además producen un efecto de incertidumbre por la aplicación de nuevas reglas y políticas.
A estos hechos, inherente a casi cualquier cambio sexenal, hay que sumar las implicaciones de la cuarta trasformación. Es decir, el que muchas personas llegan por primera vez al Ejecutivo, que tiene la pretensión de hacer un cambio de régimen y no sólo un cambio de sexenio.
Y a ello, súmele la perspectiva de un menor crecimiento en Estados Unidos, economía cuya dinámica –nos guste o no– marca actualmente el paso de la economía mexicana.
La propia Secretaría de Hacienda abrió un rango en sus previsiones de crecimiento, cuyo nivel mínimo está en el 1.5 por ciento, no muy lejos de las previsiones señaladas.
Crecer menos que en el 2018 no sería realmente una sorpresa para las autoridades mexicanas.
Quizás sí para muchos de los partidarios de AMLO, que pensaban que bastaba con que llegara al gobierno para que milagrosamente las cosas cambiaran.
El gran reto para el gobierno de AMLO no será este año sino el 2020.
Pareciera que falta mucho, pero los cambios que se realicen en el funcionamiento de la economía en los próximos meses, van a determinar el desempeño del próximo año.
O habrá otro año de inercia o será el primero que realmente marque el tono de lo que habremos de esperar en el resto del sexenio.