Una de las preguntas persistentes en casi todos los ámbitos y foros del mundo empresarial y político es la siguiente: ¿cuánto cambiarían las reglas económicas y de los negocios en México, en caso de que Andrés Manuel López Obrador gane la elección del 1 de julio?
La referencia a AMLO es por dos razones. La primera es porque es el candidato que va al frente en las encuestas. Y no va adelante por 3 o 4 puntos, sino por un margen de 15 a 20.
La segunda es porque entre los cinco que compiten es el único que propone un cambio en el modelo económico… sin que quede muy claro cuál es ese cambio porque frecuentemente sus discursos chocan con las propuestas de su equipo o con su Programa de Gobierno.
La relevancia de los puntos de vista de AMLO obligó al presidente Peña a hacer afirmaciones en su gira europea.
En Holanda señaló lo siguiente:
"Hay posturas diversas entre quienes hoy compiten por la Presidencia, pero, puedo asegurar, quien resulte electo, estoy seguro, que dado el fortalecimiento institucional que tenemos, el equilibrio de poderes que hoy tenemos, permitirá que más allá de quien resulte y los postulados que cada quien tenga, nos mantengamos en una ruta de crecimiento y desarrollo, a partir del nuevo marco legal y constitucional y a partir de las reformas estructurales".
Traducido del lenguaje político a uno más coloquial, esto significa que Peña ve que aun si gana López Obrador la Presidencia de la República, no tendrá la posibilidad de modificar el armazón legal que sustenta las reformas, pues su base es constitucional y para cambiar la Ley Máxima se requieren dos terceras partes más uno del voto en las Cámaras y al menos 17 congresos locales.
Lo dicho por el presidente Peña es totalmente correcto en la votación directa.
La duda es si un ejercicio de la Presidencia con el estilo de López Obrador no va a conducir a que en algún momento se tengan los respaldos legislativos suficientes incluso para cambiar la Constitución.
Hasta ahora, incluso las encuestas más proclives a López Obrador no permiten concluir que los diputados o senadores de Morena y partidos aliados vayan a obtener la mayoría absoluta.
Y están mucho más atrás de la mayoría calificada, que requiere las dos terceras partes más uno.
Lo que algunos suponen es que los legisladores del PRD o de Movimiento Ciudadano que lleguen con el Frente y muchos del PRI, serían proclives a una alianza con un gobierno encabezado por López Obrador.
Y, en ese caso, no sería imposible incluso aspirar a lograr una suma que permitiera reformas constitucionales.
Lo dicho por el presidente Peña es parcialmente cierto. Tiene toda la razón sólo si nos atenemos a los previsibles resultados de la elección del 1 de julio.
Pero no toma en cuenta que así como AMLO se ha aliado con Dios y con el Diablo, con el propósito de ganar, ya en "la silla", pueda también dar cabida a legisladores provenientes de partidos de izquierda o del PRI.
En el fondo, se equivoca el presidente Peña. La permanencia de las reformas estructurales no está garantizada.
Hay escenarios –nada remotos– en los que pueden cambiar de manera importante las reglas del juego, incluso a través de modificaciones constitucionales.
Pensar que no es así, es una ilusión que todavía tienen muchos. Pero, ya abundaremos sobre este tema en otro momento.