Ayer estuve en el Patio Central del Palacio Nacional, escuchando el mensaje del presidente Enrique Peña, con motivo de la presentación de su Sexto y último Informe de Gobierno.
Por esa razón, más que Informe de un año, se trató más bien de un balance del sexenio.
Cuando escuchaba al presidente y veía los datos que fueron presentados en extensos videos, me preguntaba: si la historia es como el Informe dice, entonces, ¿por qué ocurrió la peor derrota electoral que haya recibido gobierno alguno en la historia moderna de México y por qué el nivel de aprobación al presidente está en el 18 por ciento, el más bajo de que se tenga registro?
Sólo hay dos posibles respuestas a esta interrogante: o los electores son muy ignorantes e injustos con el gobierno, o hay otra historia que el presidente no vio y que es muy diferente a la que contó en el Sexto Informe.
A mi parecer, la respuesta tiene que ver con las dos cosas.
La primera es que hubo una enorme incapacidad para contar los aspectos positivos del sexenio, sobre todo en materia económica y social. Por ejemplo, el salario mínimo real creció de diciembre de 2012 a julio de 2018, en 17.4 por ciento en términos reales, es la cifra más elevada desde el sexenio de Luis Echeverría, entre 1970 y 1976.
Pregunte a sus allegados ¿quién tiene ese registro en su mente? Si encuentra alguno, lo felicito.
Como este indicador, hay otros, y, pese a todos los intentos hechos, la narrativa del gobierno respecto a temas económicos o sociales nunca fue creíble.
En un ambiente cada vez más influido por las redes sociales, la presencia del gobierno en ellas fue un desastre.
La gente nunca conoció ni reconoció las historias positivas que tuvieron lugar en el sexenio.
Pero, hay otro aspecto. En el tema de la corrupción e inseguridad, el Informe nunca dio de alta la crisis que vivimos.
En inseguridad, simplemente se dijo que hay pendientes, y en corrupción, se ponderó la creación del Sistema Nacional Anticorrupción, pero no hubo ninguna autocrítica respecto al escándalo que fue este gobierno.
Por ejemplo, en la encuesta de percepción de inseguridad pública urbana, del INEGI, el porcentaje que declaró sentirse inseguro en su ciudad alcanzó el 79.6 por ciento en junio pasado. Bajó ligeramente respecto a trimestres anteriores, pero resultó 9 puntos arriba del de septiembre de 2013, primer punto de la encuesta.
En el caso de la corrupción, la más reciente Encuesta de Calidad de la Gestión Gubernamental indica que la tasa de prevalencia de corrupción alcanzó el 47.5 por ciento frente al 39.9 por ciento de 2013, un considerable incremento.
Al margen de que no sólo sea el gobierno federal, la percepción pública es que la corrupción se extendió.
Los resultados de los gobiernos no se juzgan por las intenciones sino por los hechos.
No me cabe la menor duda de las buenas intenciones de algunos de los funcionarios del gobierno de EPN y del presidente mismo.
Lamentablemente, en dos áreas específicas: inseguridad y corrupción, los resultados fueron muy malos, y eso contaminó toda la imagen del gobierno, con el agravante de la torpeza para contar persuasivamente las historias positivas, sobre todo en materia económica y social, donde podían haberse dado.
No entienden que no entienden, editorializó The Economist respecto al gobierno mexicano en enero de 2015.
Pareciera que el juicio sigue vigente.