En las últimas semanas han surgido diversas expresiones en redes sociales pidiendo a los electores que voten con la cabeza y no con el hígado.
Un voto reflexionado e informado es, en buena medida, el sentido de las democracias. Es decir, que sobre la base de las opciones políticas existentes, los electores comparen, valoren y decidan qué es lo que les conviene más.
Las campañas electorales, y específicamente los debates entre candidatos, debieran ser espacios de deliberación pública para que los electores puedan normar su criterio y razonar a la hora de elegir.
La experiencia, sin embargo, nos muestra que el voto usualmente depende más de factores emocionales que racionales.
Es más usual tener electores poco informados de las propuestas de los candidatos y mucho más influidos por la personalidad de éstos o por el tono de sus campañas.
Probablemente, si la mayoría de los norteamericanos hubieran razonado su voto en la elección de noviembre de 2016, Trump hubiera sido derrotado por Hillary Clinton, y la historia hubiera sido otra.
Si los británicos hubieran calibrado de manera racional el significado de abandonar la Unión Europea, el Brexit hubiera sido un intento fallido.
En México, quizá la emoción más dominante que surgió en los últimos años fue el enojo con el gobierno, fundamentalmente por corrupción e inseguridad.
De acuerdo con datos de Consulta Mitofsky, el respaldo al presidente cayó de 54 por ciento en diciembre de 2012 a 21 por ciento en febrero de este año. El descenso fue de 33 puntos.
AMLO empezó su campaña presidencial virtualmente desde el primer día de esta administración y se convirtió en el símbolo del rechazo al gobierno.
No es ninguna sorpresa que en toda la carrera electoral haya estado hasta ahora a la cabeza de la intención de voto.
Se argumenta que eso se debe a todos los años que ha hecho campaña. No es suficiente. Cárdenas hizo campaña por muchos años y nunca obtuvo la intención de voto que hoy tiene AMLO. Su narrativa de rechazo al gobierno, a la 'mafia del poder', es lo que lo ha impulsado.
En contraste, el PRI y sus aliados han hecho una campaña apalancada en propuestas y continuidad, intentando hablarle a la razón de los electores, lo que la ha hecho ineficaz.
Los spots recientes que intentan recrear la sensación de miedo a AMLO han tenido escaso impacto, pues hoy el enojo es una emoción más extendida que el miedo.
El hecho de no deslindarse del actual gobierno le ha costado al candidato del PRI la transferencia de los negativos que la actual administración tiene.
En el caso del candidato del Frente, aunque tiene una formulación clara en el contraste del cambio que ofrece, tampoco ha tenido un mensaje suficientemente fuerte para atraer votantes que hoy están con AMLO.
Empieza hoy el segundo mes de campañas formales, aunque ya es el quinto mes, desde el arranque de las precampañas en diciembre del año pasado.
Los próximos 30 días serán decisivos.
Si en las próximas semanas AMLO sigue manteniendo una ventaja tan amplia como la que registró en abril, se percibirá más y más distante su derrota. Anaya necesita crecer atrayendo votos que hoy están tanto con AMLO como en el PRI y sus aliados. Y Meade, necesita operar un giro de 180 grados en la campaña.
Sólo si esos cambios logran mover con más eficacia las emociones de los electores, habrá real competencia. Si no lo hacen, ganará ya saben quién.