El gobierno estadounidense ha desarrollado una estrategia que pretende arrinconar a México y Canadá a aceptar las condiciones que Estados Unidos quiere imponernos en la renegociación del TLCAN.
En buen castellano, se puede calificar como un chantaje. Y el gobierno mexicano, a través del secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, ha hecho muy bien en rechazarlo.
El argumento es que como ya se está acabando el tiempo para que el Congreso pueda ratificar el acuerdo al que se llegue en la renegociación, entonces o se acepta lo que propone Estados Unidos (EU) o no hay acuerdo.
Para apuntalar el argumento, Paul Ryan, jefe de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, estableció la fecha fatal del 17 de mayo como límite para recibir la notificación de que se alcanzó un acuerdo en principio.
El argumento de Ryan tiene una dosis de razón, pero sigue formando parte del chantaje. El proceso legislativo en EU para aprobar y ratificar un tratado es engorroso. Sin embargo, aun con esa circunstancia habría todavía margen para que, en algún momento de mayo, se notificara al Congreso de que se obtuvo un acuerdo en principio y pudiera ser ratificado en diciembre.
Si el acuerdo se notificara en junio, ya no habría margen para ser procesado por la actual Cámara de Representantes y tendría que ser discutido por la nueva legislatura que se instalará a partir de enero de 2019.
Pero el gobierno estadounidense está usando esa restricción de tiempo para decirles a los negociadores mexicanos y canadienses que si quieren que haya Tratado necesitan ceder a las exigencias del gobierno de Trump, en temas como las reglas de origen del sector del automóvil o la cláusula de extinción automática, por citar sólo dos puntos.
Los negociadores mexicanos han entendido muy bien la estrategia y han mandado el mensaje de que México está buscando un buen Tratado, al margen de las fechas, lo que será traducido por los negociadores estadounidenses como un rechazo a su mecanismo de presión.
Pero, entonces, ¿qué es lo que puede ocurrir?
Los negociadores mexicanos 'no se chupan el dedo' y saben que un escenario no descartable es que se vaya la oportunidad de cerrar un acuerdo que pueda ser ratificado por el actual Congreso de EU y la Cámara de Senadores en México.
Y en el futuro no se sabe si habrá acuerdo o incluso si Trump tomará la decisión de levantarse de las negociaciones en las próximas semanas y eventualmente notificar su salida.
Pero también saben que, como en juego de póker, puede ser parte de un bluff y que en realidad quieran llevar al extremo el chantaje para ver si México y Canadá ceden. Y en cierto momento, si no es así, modificar de manera abrupta su posición y flexibilizar sus exigencias para llegar a acuerdos.
Así son las negociaciones tan trascendentes como las que se llevan a efecto en este momento. Estamos en un punto en el que todo cuenta y cada uno está haciendo su juego.
La afirmación de Justin Trudeau, quien le mandó ayer a Trump un mensaje diciendo: "podemos tener el TLCAN ahora mismo si tú lo quieres", refleja con claridad el punto en que nos encontramos.
Trump decide. O flexibiliza sus posiciones para que haya acuerdo o se va, pues el chantaje ya no le funcionó.