En una reunión con legisladores de Morena realizada esta semana, el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, hizo el siguiente planteamiento:
"Quiero que se ponga en la Constitución, es una propuesta para que ustedes lo analicen y en su caso se apruebe, quiero que cuando menos se ponga un renglón en la Constitución que diga: los aumentos al salario nunca serán inferiores a la inflación. Para que entre todos le demos una cachetada con guante blanco a la política neoliberal que le quitó poder adquisitivo al salario, porque durante mucho tiempo siempre estuvieron por abajo de la inflación, eso se termina".
Tras la afirmación siguieron los aplausos de sus partidarios y luego las críticas de sus detractores.
Para variar, creo que ni se justifican del todo los aplausos, pero en el otro lado, tampoco algunas de las críticas.
Salvo que se cambie completamente la Constitución en México, no hay forma de garantizar que los salarios –así en genérico– se revisen siempre y en todos los casos, en un porcentaje superior a la inflación.
Los salarios se negocian a veces individualmente entre el trabajador y el empleador y en otros casos, a través de negociaciones colectivas. Los niveles no son materia de ley, sino de negociación.
Prácticamente, en ningún lugar del mundo la Constitución fija los incrementos de los salarios en general.
Lo que está al alcance de la legislación son los salarios mínimos.
Pero, le hago notar que si se considera al gobierno de Peña Nieto, como parte de la "era neoliberal", pues ya no cuadran las afirmaciones del presidente electo, porque el salario mínimo real creció en 15.9 por ciento desde noviembre de 2012 a septiembre de este año.
Es decir, en este gobierno, el mínimo le ganó la carrera a la inflación por amplio margen.
En el gobierno de Calderón, el crecimiento real fue prácticamente nulo, de 0.1 por ciento, pero el poder adquisitivo de los salarios mínimos no cayó.
Y, en el gobierno de Fox, el crecimiento real acumulado fue de 2.7 por ciento.
Así que, desde noviembre del año 2000 hasta septiembre del 2018, el poder adquisitivo de los salarios mínimos no sólo no cayó, sino que creció en 19.1 por ciento.
El problema con los salarios mínimos no es la política neoliberal, sino su uso como un mecanismo ancla para evitar la inflación, lo que ocurrió durante el periodo 1983-1999.
Y, sí, los salarios mínimos se pueden subir por decreto, como sucede cada vez que se revisan. Esa es su naturaleza.
Y sí, también puede haber un renglón en la Constitución que garantice que tengamos un comportamiento de los mínimos parecido al que hemos tenido en los últimos 18 años.
Al crearse la Unidad de Medida (UMA) y quitar a los mínimos como referencia de todo tipo, se quitó un mecanismo de transmisión de inflación. La experiencia reciente muestra que los incrementos a los mínimos tienen escaso impacto en la inflación.
Pero, yo me pregunto, ¿no sería mejor discutir una política de crecimiento económico que genere una alta demanda de fuerza laboral y que permita que todas las remuneraciones crezcan en términos reales y no sólo los salarios mínimos?
Claro, el problema es que esa política no va a generar vítores como lo hizo la propuesta de AMLO.
Ojalá las buenas intenciones, que son más que justificadas, se correspondan con políticas eficaces y que den resultados y no sólo ovaciones.