El lunes 7 de noviembre de 2016, exactamente en la víspera de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el dólar interbancario cerró –de acuerdo con datos del Banco de México– en 18.64 pesos.
Ayer, de acuerdo con los registros del propio Banco Central, el cierre se registró en 18.64 pesos.
Es decir, podemos señalar que en cierta medida el 'efecto Trump' sobre el valor del dólar quedó atrás.
Es cierto que en 2016 arrancamos en 17.33 pesos, pero ya antes de las elecciones teníamos presión por efecto del alza del costo del dinero en Estados Unidos, que comenzó en ese año.
Ayer, el Representante Comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, se unió a quienes señalan que las negociaciones del TLCAN pueden terminar en agosto.
Es decir, el ingrediente de incertidumbre que introdujo la amenaza de Trump de salir de el Tratado podría desvanecerse en buena parte antes de que concluya agosto.
No es ninguna revelación, pero le aseguro que si se diera la conclusión de la negociación en agosto podríamos ver cotizaciones del dólar por debajo de los 18 pesos antes de septiembre.
López Obrador y su equipo saben que el entorno sería radicalmente diferente si llega a su toma de posesión con un TLCAN renegociado, o si llega con un TLCAN que se va a romper porque Trump tomó la decisión de retirarse en el plazo de seis meses que el Tratado establece.
En el primer caso, las posibilidades de que haya una abundante inversión productiva en el primer año de gobierno crecerían sustancialmente.
En el otro extremo, no necesito ni describirle el impacto que podría tener en la economía mexicana si EU abandona el Tratado.
Un negociador me contó hace algunas semanas lo siguiente: El gobierno de Estados Unidos sabe que si se sale del Tratado va a dañar a su economía. Será el equivalente a que le quitaran un brazo. Pero también sabe que, para México, salir del Tratado sería como si nos cortaran dos piernas.
No nos vamos a morir, pero el golpe va a ser durísimo.
Y, si esto es relevante en cualquier entorno, lo será mucho más en un contexto de un arranque de administración, particularmente de la administración de un presidente como López Obrador.
Jesús Seade, responsable de la negociación del Tratado por parte del equipo de AMLO, tiene claras dos cosas. La primera es que hay que llegar a un acuerdo, para lo cual es necesario negociar. Y negociar implica dar y recibir.
La segunda es que hay asuntos que no se pueden conceder.
En ese sentido, pareciera que la posición mexicana se ha fortalecido porque el equipo en alguna medida negociará por este y por el futuro gobierno.
Y frente a este hecho, Trump puede flexibilizar sus posiciones.
Al propio presidente de Estados Unidos le conviene tener un arreglo antes de las elecciones de noviembre.
Lograr una renegociación que pueda 'vender' a su electorado como el cumplimiento de una promesa no le garantiza conseguir la mayoría en la Cámara de Representantes.
Pero reventar el Tratado, como es su opción alterna, le puede significar perder mucho más de lo que pensaba.
Como casi todos los presidentes de Estados Unidos, Trump está pensando en la reelección y para poder aspirar a ella necesita obtener el mejor resultado posible en las elecciones de noviembre.
Eso es lo que puede conducir a que flexibilice sus posiciones en la negociación.
Veremos muy pronto si esto es realmente así.