"Las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar". Eso fue lo que escribió Donald Trump el viernes pasado en su Twitter, al justificar la necesidad de aranceles para el acero y aluminio, presuntamente para proteger el empleo en estas industrias.
Y, eso no es todo. En otro tuit, Trump amenazó: "comenzaremos pronto con impuestos recíprocos para gravar de la misma manera que nos graven a nosotros. 800 mil millones de déficit comercial no ofrecen opción".
Diversos países exportadores de acero y aluminio a Estados Unidos ya respondieron a las amenazas. Por ejemplo, Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, dijo que Europa está preparada para responder con aranceles, por ejemplo, a las motocicletas Harley-Davidson, a los pantalones Levi Strauss o al Bourbon, y advirtió de que es real la posibilidad de que la guerra comercial escale.
México hizo saber a Estados Unidos la semana pasada que, si es incluido en la lista de los países castigados, también impondrá aranceles en importaciones norteamericanas, como ya lo hizo la década pasada cuando Estados Unidos castigó unilateralmente al autotransporte de nuestro país; y funcionarios canadienses señalaron que si son castigados considerarían incluso si conviene seguir la renegociación del TLCAN.
Imagine el caso de que diversas naciones respondan a los aranceles impuestos por el gobierno de Trump con más aranceles y Estados Unidos se desquita con más aranceles, se puede crear de facto una guerra comercial como no la hemos visto en décadas.
No se puede sobreestimar el riesgo que esto traería para la economía mundial.
Tradicionalmente, las guerras comerciales reducen el volumen de comercio y frenan el crecimiento económico.
La preocupación por esta perspectiva se hizo manifiesta en los mercados financieros. Desde su punto más alto alcanzado en la mañana del martes hasta el cierre del viernes, el índice Dow Jones retrocedió 8.0 por ciento. Nuestra moneda rasguñó los 19 pesos al mayoreo el viernes pasado y cerró en 18.82.
Este clima de fuerte tensión ocurrió precisamente en la semana en que se realizaba en la Ciudad de México la séptima ronda de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica.
En las declaraciones que el día de hoy emitirán los ministros de las tres naciones veremos el grado en el que se contaminaron las conversaciones por las amenazas de Trump al mundo entero.
En este clima, no se ve posible que a lo largo de los últimos días se hayan zanjado las diferencias en temas fundamentales entre México y Canadá con Estados Unidos.
La clave será ahora garantizar que venga una octava ronda en abril y que las cosas no se hayan tensado al grado de poner en riesgo las propias negociaciones.
La preocupación ha llegado a tal grado que incluso funcionarios como Gary Cohn, consejero Económico de la Casa Blanca, y Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, estaban en contra de la imposición de los gravámenes al acero y aluminio en este momento.
Sin embargo, pareciera que Trump está teniendo sólo oídos para personajes como Peter Navarro, que creen que, con estas medidas proteccionistas, Estados Unidos recuperará empleos.
Lamentablemente no será así, y el gobierno de Trump está jugando con fuego una vez más, pues crea el riesgo de un freno a la economía de todo el mundo.