Los recientes movimientos del mercado bursátil generaron entre algunos la percepción de que pronto podría venir una crisis como la que tuvimos en 2008.
Quienes así piensan señalan que hubo una clara burbuja que sobrevaluó activos.
Las acciones de las empresas de Estados Unidos (EU), medidas en el índice S&P 500 habían subido desde el 11 de febrero de 2016 hasta el pasado 26 de enero, en 57 por ciento.
No había ningún elemento objetivo que sustentara un crecimiento de esta magnitud.
Desde hace semanas o incluso algunos meses, entre diversos analistas existía duda respecto a la sustentabilidad de un incremento de esa magnitud.
El dato no era estrictamente financiero, tenía un fuerte trasfondo político, pues fue el indicador usado sistemáticamente por Donald Trump para explicar el éxito económico de su gestión.
Muchos creyeron en que el alza de los precios de las acciones tenía sustento. La razón principal era el efecto que en teoría habría de traer la cacareada reforma fiscal, que iba a abaratar el costo fiscal en Estados Unidos e iba a propiciar un flujo imparable de inversiones.
La realidad se impone poco a poco.
Los expertos observaron que no hubo ningún crecimiento sobresaliente de la economía de Estados Unidos y que incluso en el cuarto trimestre hubo un crecimiento del PIB de 2.6 por ciento, inferior a lo obtenido en los dos anteriores trimestres.
De la reforma fiscal, poco a poco fue quedando la idea de que no habría un abaratamiento tan contundente del costo fiscal de las empresas. Y en contraste, la reducción de impuestos de los más ricos podría conducir a un incremento del déficit fiscal que podría propiciar un alza en las tasas de interés por arriba de lo previsto.
El incremento de 2.9 por ciento anual que se registró en las compensaciones salariales totales fue tomado el viernes pasado como una señal roja de que vienen presiones inflacionarias y eso desencadenó la oleada de ventas de acciones.
No es que el dato haya producido la caída de los precios de las acciones, sino que fue una especie de bandera a cuadros que se esperaba, pues había ya condiciones que apuntaban hacia una corrección severa en los precios ante una realidad que no correspondió a la expectativa.
Pero, ¿esta caída será seguida de una contracción significativa de la economía?
No es probable, por lo menos con las señales que tenemos hasta ahora.
No hay que descartar la posibilidad de que se mantenga un crecimiento del consumo y de la inversión, no sólo por virtud de la reforma fiscal sino por la propia inercia de la economía.
Creo que lo que tendremos es una típica corrección en el valor de algunos activos que estaban notoriamente sobrevaluados y que están alcanzando niveles más coherentes con la realidad económica y con las perspectivas.
De la misma manera de que no es prudente construir una expectativa imaginando un boom de la economía de EU, como lo quisiera Trump, tampoco lo es visualizar un desplome del crecimiento, sino más bien es previsible una moderación del ritmo de expansión, presionado por las previsibles alzas de las tasas de interés que vendrán a partir de marzo en EU… y a partir del día de hoy en México.