Fernando Curiel

Para terminar (por ahora)

El autor hace un recuento de la historia, características y virtudes de la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Uno. En un artículo de mi firma, publicado en El Financiero el 5 de agosto de 2008, aludía al estado de las Humanidades en México en 1945; año de promulgación de la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Dos. Ley visionaria que conjuntó los talentos: de la Junta de Ex Rectores, del hombre de la situación Alfonso Caso (hermano, sí de Antonio: el primero miembro de la Generación del Ateneo de la Juventud, el segundo uno de los Siete Sabios), y del Secretario de Educación Pública Jaime Torres Bodet (perteneciente a Contemporáneos); y la voluntad política del presidente de la República, Manuel Ávila Camacho.

Tres. De Ávila Camacho cabía recordarse, asimismo, que antes de concluir su período, expropió los terrenos en los que construiría Ciudad Universitaria, su sucesor Miguel Alemán.

Cuatro. La Ley del 45 no sólo tradujo la síntesis y superación de los cuerpos legales previos de la Universidad, sino que entre sus definiciones estructurales con su carga utópica, sancionaba los tres objetivos procedentes de la fundación liberal de sustancia positivista de 1910, laica e integral: docencia, investigación y propagación extramuros de la cultura (sin perder de vista lo que podríamos llamar la formación estético-crítica del estudiantado).

Cinco. Me detuve, en el artículo que traigo a colación diez años después, en el reconocimiento expreso de la Ley Orgánica, a las cuatro dimensiones de la investigación previstas al crearse la Escuela Nacional de Altos Estudios, horas antes de la Universidad Nacional de México. Las Humanidades, las Ciencias Sociales, las Ciencias Naturales y las Ciencias Exactas.

Seis. Se reunieron las dos primeras en una Coordinación de Humanidades, y las dos siguientes en una Coordinación de Ciencias. Cuyos respectivos Consejos Técnicos pasaron a formar parte de las autoridades colegiadas de la máxima casa de estudios (habría que esperar a la década de los setenta, para la apertura de la Coordinación de Extensión Universitaria). Se prestó estratégica atención a las condiciones y problemas nacionales.

Siete. De otra parte, asimismo comentaba yo la pregunta que en una Europa en ruinas, hambreada, sobreviviente de delirios ideológicos totalitarios, se hacía el historiador francés Ferdinand Braudel, desvelado por las relaciones de su disciplina y las ciencias sociales, él mismo sobreviviente de los campos de concentración.

Ocho. A saber: "¿Puede haber un humanismo actual, en 1946, una historia ambiciosa, consciente de sus deberes y de sus inmensos poderes'? 'El miedo a la gran historia es lo que ha matado la gran historia', escribía Edmundo Faral en 1942. ¡Ojalá pudiera sobrevivir!".

Nueve. ¿Empresa bajo qué principios metódicos? Me pregunté en 2008, al igual que me pregunto este enrevesado 2018. ¡Que el propio Braudel (entre otros posibles, Steiner por ejemplo, y nuestro Reyes), nos guíe. Digamos, en primer término, el apremio de abordar las realidades sociales "en sí mismas y por sí mismas". Reconocimiento al que siguen, en cadena, otros más.

Diez. El de que "los movimientos no tienen la misma duración, ni la misma dirección". El de que nos hay salvación fuera de la multidisciplina y del trabajo por equipos, "porque ningún problema se deja encerrar en un solo marco". El de la necesidad de volver a tomar el todo, para que, a pesar de las dificultades y antinomias, se respete la unidad de la historia que no es otra que la unidad de la vida. El de que, pese a la "multiplicidad del tiempo", la sustancia del pasado lo es también la del presente.

Once. Y, axial, el reconocimiento de la interconexión de tres temporalidades: la del hombre en relación con el medio que lo rodea, la de las agrupaciones y los grupos y la proporcional al hombre individual (temporalidad casi inmóvil la primera, oleada de profundidades la segunda), vertiginosa la última).

Doce. Quizá suena la hora, aunque nos neguemos a escucharla, de la hechura de la Historia Nacional que explique el proceso, los procesos mejor dicho, de los que somos fruto (social en sus contextos, gregario, individual). Empresa radicalmente humanista, multidisciplinaria, colectiva, atenta al todo, a las distintas direcciones y duraciones, al tiempo de vértigo y de larga duración. Y al maridaje pasado y presente (y, digámoslo, "menage a trois", futuro).

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