Los participantes de los mercados ya estaban suficientemente nerviosos hace unas semanas con el hecho de que estamos en el octavo año de expansión económica global, cuando históricamente han durado en promedio cinco años, y que la relativamente alta valuación de las empresas que cotizan en las bolsas podrían estar sugiriendo una burbuja (detallé los hechos hace un mes en '¿El inicio de una debacle financiera global?', 6 de febrero).
Las preocupaciones de los mercados se exacerbaron hace algunas semanas con la 'encontrada' realidad entre las políticas fiscal y monetaria de Estados Unidos (EU). Por un lado, por haber llevado a cabo una reforma tributaria en Estados Unidos en un momento en el que la economía estadounidense se encuentra en pleno empleo—pudiendo detonar un episodio de mayor inflación—, y que está implicando un mayor endeudamiento (es decir, más oferta de bonos del Tesoro). Por otro lado, un sesgo hawkish (orientado a aumentar tasas de interés) de parte del Comité de Operaciones de Mercado Abierto (FOMC) del Banco de la Reserva Federal de EU (Fed), que ha aumentado las tasas 125 puntos base (1.25 puntos porcentuales) desde diciembre de 2015, y además, la Fed está reduciendo el balance de bonos que construyó durante la instrumentación del estímulo cuantitativo (es decir, menor demanda de bonos del Tesoro).
Lo que están sugiriendo ambas políticas es que viviremos en un mundo de mayores tasas de interés, por lo que cualquier cambio hacia una política monetaria restrictiva más agresiva (un proceso más rápido de alza de tasas) o un desbalance en el mercado de renta fija en EU pueden ser 'la gota que derrame el vaso' para que se descarrile la fase de expansión económica global.
A todo esto se suma el debilitamiento que ha observado el dólar frente a las principales divisas desde finales del año pasado cuando Trump ganó la elección presidencial en EU. Esta debilidad puede ser otra fuente importante de inflación debido a que encarece las importaciones de ese país.
A pesar de esta compleja realidad, ya más o menos se habían calmado los mercados, sobre todo al ver que todavía no hay señales claras de que efectivamente se esté comenzando a detonar un episodio de alta inflación o un proceso de alza de tasas más agresivo de parte de los bancos centrales de economías avanzadas.
Y de repente, el presidente de EU, Trump, anuncia que podría imponer aranceles a la importación de acero (25 por ciento) y de aluminio (10 por ciento).
¡¿De qué se trata?! Una de las razones por la cual una gran cantidad de economistas consideran que se exacerbó la crisis de 1929 y se convirtió en 'depresión' económica fue justamente la imposición de aranceles.
La Ley de Aranceles de 1930 (Tariff Act of 1930) o Ley Smoot-Hawley, tomando los apellidos del Senador Reed Smoot y del Representante Willis C. Hawley —ambos afiliados al Partido Republicano—, incrementó el arancel existente para tres mil 200 productos de 15 a 60 por ciento. Con la instrumentación de esta ley, el arancel promedio para todas las importaciones se incrementó de 13.5 por ciento en 1929 a 19.5 por ciento en 1930. Esto fue suficiente para iniciar una guerra comercial con varios países.
Los precios de las importaciones en general se incrementaron 65 por ciento y si bien no todo es atribuible a la instrumentación de la Ley Smoot-Hawley, la tasa de desempleo se duplicó de 8.0 por ciento en 1930 a 16 por ciento en 1931.
No fue hasta la Segunda Guerra Mundial que la economía estadounidense volvió a la senda de crecimiento sostenido.
¿Qué va a hacer Trump? No lo sé. Es demasiado impredecible.
No obstante lo anterior, considero que el señor Trump está enviando una amenaza que no desea llevar a cabo (blofeando), para crear una 'cortina de humo' ahora que se han publicado avances en la investigación sobre la posible relación entre el equipo de campaña de Trump y el gobierno ruso para influir en las elecciones de noviembre de 2016 en EU.