Contracorriente

El acuerdo y la competitividad

El próximo gobierno tiene desafíos en múltiples frentes y sin certidumbre que pueda ofrecer el acuerdo comercial, no habría cómo sostener el crecimiento: Knochenhauer.

El acuerdo celebrado por Peña Nieto y Trump sobre comercio y mucho más entre México y Estados Unidos, cerrado el lunes pasado después de meses de negociaciones, va en contra de la competitividad de la región económica norteamericana, y de la mexicana en particular.

¿Se acuerda usted que el TLCAN prometía en 1994 una integración comercial y productiva trilateral que debía favorecer la competitividad de la región ante la creciente potencia económica que representan Europa y sobre todo, Asia? La idea que rige el nuevo acuerdo es que "EUA primero"; Trump se impuso.

La condición sobre la que debía potenciarse la competitividad norteamericana y la de cada economía en el TLC original, era el aprovechamiento de las ventajas competitivas de cada parte; México no destaca por su capacidad científica y de innovación tecnológica, aunque ya existían entonces cadenas de valor industrial importantes.

En vez de haber desarrollado durante los pasados 24 años estrategias para fortalecer las capacidades industriales y agropecuarias del país, la ortodoxia neoliberal de nuestros gobiernos los llevó a optar por lo más simple: abrir el mercado a la más amplia liberalización y a ofrecer como principal factor de productividad y competitividad, los bajos salarios.

La presencia en nuestros mercados de productos extranjeros, con frecuencia de menor precio y calidad, no incentivó a las empresas de aquí a superarse, sino a convertirse, en muchos casos, en importadoras comerciales de lo que solían producir. Se perdieron así miles de cadenas de valor en nuestra economía y el empleo se precarizó aún más.

El resultado de no haber aprovechado el TLCAN más que para liberalizar nuestro mercado y pretender competir con mano de obra baratísima es, según datos que ofrece Arnulfo R. Gómez, experto en comercio exterior, que si en 1994 nuestra economía era la novena más grande del mundo, en 2016 había caído a la decimoquinta posición.

Peor si lo que se mide es el PIB per cápita, que cayó en el mismo periodo del lugar 42 al 72.

Ahí están esos datos para darnos cuenta de que la liberalización del mercado, en ausencia de políticas públicas con visión estratégica, siempre dará resultados mediocres y expondrá al país a una dependencia creciente.

Así llegamos al acuerdo comercial con Trump que le pone un tope a las exportaciones automotrices desde México (con la idea de que se produzcan más en territorio estadounidense) y abre el sector agrícola a las empresas productoras de semillas genéticamente modificadas, entre otras concesiones; y es que sin acuerdo, como escribió Enrique Quintana aquí el lunes pasado, refiriéndose a estimaciones del Banco de Pagos Internacionales, México perdería 1.8 por ciento de su PIB por año.

Si de por sí, el próximo gobierno tiene desafíos enormes en múltiples frentes, sin la certidumbre que le pueda ofrecer el acuerdo comercial, de inversiones y de orden normativo a las inversiones extranjeras, no habría ni divisas ni mercados externos para sostener el crecimiento.

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