Ciudad Abierta

Mackinlay, el tres veces secretario de Turismo

Gustavo Armenta escribe sobre le trayectoria de Carlos Mackinlay, designado por Sheinbaum para Turismo de la capital.

Esta semana, la próxima jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, dio a conocer a buena parte de quienes integrarán su gabinete, y ahí nos enteramos que, por tercera vez, Carlos Mackinlay será el secretario de Turismo de la metrópoli.

La Secretaría de Turismo nació justo hace veinte años, en 1998, y desde entonces, Mackinlay prácticamente ha sido una presencia constante en esas oficinas.

La primera vez que manejó la Sectur DF (así se llamaba entonces) lo hizo de manera oficiosa, cuando Andrés Manuel López Obrador (próximo presidente de la República) llegó a la jefatura de Gobierno en el año 2000, y nombró a doña Julieta Campos (de 68 años de edad y esposa de Enrique González Pedrero, exgobernador de Tabasco) secretaria de Turismo.

La señora Campos era una mujer de letras, poco sabía del sector turístico. Y quienes conocimos a Mackinlay en esos días nos dimos cuenta de que, en realidad, quien llevaba la batuta en la dependencia era él, desde su cargo de director general del Instituto de Promoción Turística de la secretaría. Desde luego que Mackinlay rechaza esta teoría, varias veces la hemos discutido y él la niega, pero varios seguimos creyendo que así fue.

El siguiente jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard (próximo secretario de Relaciones Exteriores), primero nombró titular de la Sectur DF a Alejandra Barrales (que sólo duro trece meses en el cargo) y luego a Alejandro Rojas, sendos nombramientos políticos, ya que ninguno de los dos era experto en temas turísticos. Ambos conservaron a Mackinlay como asesor, hasta que en 2009 fue nombrado director ejecutivo de la Oficina de Congresos y Convenciones de la ciudad, donde permaneció hasta julio del siguiente año.

En enero de 2012, Rojas salió abruptamente de la secretaría, por haber declarado en España que Miguel Ángel Mancera sería el sucesor de Ebrard. Alejandra Barrales, que competía contra Mancera por la candidatura del PRD a la jefatura de Gobierno, hizo un enorme tango y a Ebrard no le quedó más remedio que pedirle su renuncia a Rojas (candidatura que por fin logró este año, pero solamente para perder frente a Sheinbaum). Así se formó la coyuntura para que en marzo de ese año, a nueve meses de terminar la administración, Ebrard nombrara, ahora sí formalmente, a Carlos Mackinlay como su secretario de Turismo, aunque por un lapso muy corto.

Llegó Mancera a la jefatura de Gobierno y Mackinlay entregó su oficina a Miguel Torruco Marqués (próximo secretario federal de Turismo) y se quedó un breve tiempo como su asesor.

Después, Mackinlay se dedicó a la consultoría en empresas privadas. La última vez que nos encontramos, por casualidad, hará dos o tres años, al cruzarnos en la escalera del Metro Mixcoac, donde conversamos unos minutos. Nos despedimos y me fui pensando en qué poco común resulta en México que un exfuncionario de alto rango utilice el transporte público.

Hace unos meses, durante el Tianguis Turístico celebrado en Mazatlán, fue común verlo con un grueso legajo bajo el brazo, que no quiso mostrar, porque aún estaba inconcluso, según explicaba. Se trataba del programa de gobierno en materia turística para la administración de Sheinbaum.

Por eso no resultó una sorpresa que la próxima jefa de Gobierno lo haya incluido en su gabinete.

Miguel Torruco duró al frente de la Sectur CDMX (ahora se llama así) cinco años y tres meses, renunció para irse a la precampaña presidencial de López Obrador. En los veinte años que tiene de existir esta secretaría su titularidad la han ocupado ocho personas (Rafael Suárez y Agustín Arroyo fueron los primeros; y el actual es Armando López Cárdenas) y únicamente doña Julieta ha permanecido seis años.

Ahora, con su tercera ocasión en puerta, Carlos Mackinlay tiene todo para pensar en igualar la marca de su exjefa que alguna vez le dio la oportunidad de experimentar el mando en la secretaría que hoy está a punto de encabezar, ya no tras bambalinas, ya no por unos cuantos meses, sino por un sexenio completo. Nadie duda de su conocimiento y experiencia en materia turística, pero ahora también tendrá que mostrar sus dotes de político.

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