Jaime Sanchez Susarrey

AMLO, claroscuros

Al afirmar que para Morena el ganador de la elección en Puebla es Barbosa, el presidente electo se sitúa por encima de la autoridad electoral y anticipa que los resultados adversos a su partido serán desconocidos.

Según las encuestas de salida, el voto por AMLO de los sectores más educados y de mayores ingresos se situó en 65 por ciento. Se trata, sin duda, de un voto volátil, es decir, de ciudadanos que no se identifican 'orgánicamente' con Morena y su candidato.

Estos sufragios fueron de rabia o negativos, pero no irracionales. Castigaron no sólo a Peña Nieto y al PRI, sino a 'toda' la clase política. Los últimos 18 años han registrado un deterioro sistemático en inseguridad, violencia e impunidad; amén de un magro crecimiento económico promedio de 2.0 por ciento.

Pero además, lo ocurrido este sexenio no tiene precedente. Fue la ola, no gota, que desbordó la represa. La corrupción, violencia y cinismo alcanzaron niveles escandalosos. No se había visto algo semejante ni durante el priato ni en los 12 años de alternancia panista. Por eso el PRI está al borde del abismo y es muy probable que no sobreviva.

Es un hecho que AMLO y Morena encauzaron, con éxito sin precedente, ese malestar. Pero es evidente que ni Andrés Manuel ni su movimiento son outsiders. Para comprobarlo basta hacer una lista y biografía de sus principales integrantes. Sin embargo, en la representación colectiva de la mayoría sí lo son.

López Obrador cosechó 12 años de campaña ininterrumpidos. Los tonos de esa melodía fueron repetidos y muy pegajosos en esta elección. 'Ya le toca'. 'Hay que darle chance'. 'No nos puede ir peor'. 'PRIAN'. 'Mafia en el poder'. Así que, en esta ocasión, como en las anteriores, las campañas sí contaron. AMLO subió, Anaya se hundió y Meade jamás despegó.

La mayoría absoluta implica un mandato claro. No hay medias tintas ni tiene sentido regatearlo. Pero no hay que perder de vista que 53 por ciento voto por AMLO, pero el restante 47 por ciento no. De haber habido una segunda vuelta, esos hubieran sido los números globales entre los finalistas.

La prudencia que ha mostrado López Obrador habla bien de él. Se trata de un acto de realismo: primero, porque como ya dije, los electores quieren un cambio, pero no son 'orgánicamente' amlistas; segundo, porque hay otros sectores que, sin haber votado por él, aceptan el resultado y le otorgan el beneficio de la duda.

De hecho, la moderación y el clima de armonía que impera se ha traducido en una baja del tipo de cambio. Otra cosa muy diferente estaría ocurriendo si hubiera optado por las posiciones más radicales que hay en el interior de Morena. La integración del gabinete también le ha ayudado. Sánchez Cordero proyecta una imagen moderada y progresista, que incluye temas como la legalización del consumo lúdico de la mariguana y el cultivo de la amapola para crear sustancias de uso médico.

Carlos Urzúa, por su parte, se ha pronunciado por cero déficit y cero aumento de impuestos. De manera que personifica y anuncia un manejo prudente y austero de la política económica. Y eso sin mencionar que se puede dar por descontado que no se le encontrará casa alguna en Malinalco.

Durante la campaña de Trump, AMLO repitió una y otra vez que no había que exagerar porque una cosa es lo que se dice en campaña y otra lo que se hace en el gobierno.

La hipótesis no funcionó para el caso del vecino. Pero es posible que arroje luz sobre el comportamiento de López Obrador.

Hasta ahora, lo más inquietante han sido dos cosas: una, el anuncio del nombramiento de coordinadores federales para cada estado; otra, la declaración del presidente electo: "para nosotros el ganador de la elección en Puebla es Barbosa".

La primera, porque apunta a procónsules que se opondrían a los gobernadores y los acotarían fortaleciendo el centralismo. La segunda, porque el presidente electo se sitúa por encima de la autoridad electoral y anticipa la posibilidad que todos aquellos resultados que no sean favorables a Morena serán desconocidos.

Hay, sin embargo, en el primer caso, un contexto que no se puede soslayar. Los abusos escandalosos de los virreyes, cuyos exponentes más conspicuos son los dos Duarte, Borge, Moreira y tantos otros. De manera tal, que habrá que ver si el coordinador federal se convierte en un procónsul o en un contrapeso a los excesos y falta de rendición de cuentas de los ejecutivos locales.

En esas vamos. Sólo el tiempo despejará las incógnitas y dudas.

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