Opinión

AMLO, propuesta confusa y difusa

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La propuesta de López Obrador para combatir el crimen se resume en la siguiente frase: "lo primero va a ser el desarrollo, el empleo y el bienestar para enfrentar el problema de la inseguridad y de la violencia". El fondo de esta tesis es que los pobres delinquen por el hecho de ser pobres. Por eso, sin crecimiento económico no puede haber paz ni estabilidad social.

Esta visión victimiza a los infractores de la ley porque, a final de cuentas, sostiene que los pobres delinquen porque no les queda de otra. Lo anterior está permeado por la convicción que el pueblo siempre tiene la razón. De ahí su tolerancia ante los linchamientos, que define como usos y costumbres legítimos. Y que no haya tenido empacho en reciclar –después de Tláhuac– a Marcelo Ebrard, convertirlo en secretario de Desarrollo Social y, luego, ungirlo como su sucesor.

Sin embargo, el meollo de la tesis es completamente falso: ni todos los pobres cometen crímenes ni todos los criminales son pobres. Si las cosas ocurrieran como López Obrador las imagina, tendríamos 40 o 50 millones de delincuentes, y no se registrarían delitos entre las clases medias y altas.

No sólo eso. La historia y la evolución de los índices de violencia refutan toda su argumentación. En 1990, la tasa de homicidios era de 17 por cada 100 mil habitantes. Pero a partir de entonces se registró una tendencia decreciente, que tuvo su punto más bajo en 2007 (ocho por cada 100 mil habitantes). De entonces a la fecha ha habido un rebote que la ubicó en 20 homicidios por cada 100 mil habitantes, en 2016, y el año pasado las cosas empeoraron.

La explicación de ese fenómeno está por hacerse, pero es evidente que la causa no puede ser el desempleo ni la marginación, porque el sexenio de Calderón no fue muy diferente del de Fox en esa materia, y Peña Nieto está cerrando con tasas de empleo que no son malas.

El extravío de AMLO va más allá. Su propuesta, afirma, "no va a sustentarse como la actual estrategia fallida sólo en el uso de la fuerza. No se puede enfrentar la violencia con la violencia". Pero la crítica de la estrategia de Peña Nieto tampoco tiene fundamento. El gran error que se cometió, desde el inicio de este sexenio, fue subestimar el problema de la violencia y poner el énfasis en la prevención del delito. De hecho, como algunos señalamos entonces, el gobierno asumió, sin explicitarlo, la tesis de López Obrador: la violencia es producto de la marginación y la pobreza.

Por otra parte, los silencios y omisiones de la propuesta son tan elocuentes como sus yerros. No se menciona, ni una sola vez, la impunidad, y mucho menos se la ubica como una de las causas relevantes de la violencia y la inseguridad. No se menciona la impostergable profesionalización de las policías. Y tampoco hay referencia alguna al pésimo sistema de impartición de justicia. De hecho, la mención que hace de 'justicia' es de corte social, no penal.

En apariencia, la parte más novedosa de su propuesta se refiere a la Guardia Nacional. López Obrador propone crearla y utilizarla para enfrentar al crimen organizado. El problema es que tal concepto no está definido ni reglamentado en la Constitución, por un lado. Y, por el otro, la integración en la Guardia Nacional de militares, marinos, policías federales, estatales y municipales para crear un mando único nacional, bajo las órdenes del presidente, implicaría una reforma constitucional. Porque la Guardia, tal como está actualmente esbozada, se refiere a ciudadanos enlistados en sus entidades, que quedan bajo el mando de los gobernadores.

Por último, el voluntarismo-protagonismo de López Obrador se pone de manifiesto al omitir cualquier referencia a la autonomía de la Procuraduría General de la República y en la designación de Alfonso Durazo como futuro responsable de la Secretaría de Seguridad Pública. El trasfondo, en ambos casos, es que López Obrador, y sólo él, será capaz de sacarnos adelante. De ahí que la autonomía de la Fiscalía sea irrelevante, como tampoco importa que Durazo carezca de la más mínima experiencia en cuestiones de seguridad. A final de cuentas, el programa de AMLO es AMLO mismo. Sin él, no hay salvación ni redención posible.

Twitter: @SANCHEZSUSARREY

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