Hay dos factores que influyeron para que entre 2011 y 2017 Ecatepec saltara en más de una ocasión a las primeras planas de los diarios: era la cuna del entonces gobernador priista Eruviel Ávila Villegas, quien por primera vez había quitado el trono al grupo Atlacomulco y se imponía desde el Valle de México, y que, en ese tiempo, principalmente el primer trienio, la desaparición de mujeres jóvenes en esa zona del Edomex se acentúo.
Quizá al ahora senador aquello que tanto ha lastimado la tierra que lo vio nacer no le parezca un enorme foco rojo, pero la posibilidad de que una red de tratantes estuviera operando en ese municipio se volvió en una de las líneas constantes de llamado de las madres que, por su cuenta y ante la ineficacia de la procuración de justicia estatal, se volvieron rastreadoras de mujeres desaparecidas.
Y es que como si fuera una broma de pésimo gusto y en medio del escándalo por la pareja de Jardines de Morelos que fue descubierta deshaciéndose de restos humanos y que están siendo procesados por múltiples feminicidios, Ávila Villegas tuvo cara para decir que la entidad que gobernó hasta hace un año no es un foco rojo en este delito. Sí, se atrevió a usar la pálida excusa de los políticos cuando quieren justificar su mal gobierno: ese problema aqueja a todos, dice.
"No somos para nada el primer lugar. Es un problema nacional que lamentablemente existe en todos los estados. Hay una alerta de género, pero yo ya no soy autoridad: corresponderá a los diferentes poderes públicos proceder. Aquí, desde la Cámara de Senadores, lo que nos toque hacer para endurecer penas, para facilitar los procesos, lo que sea necesario lo habremos de hacer y lo vamos a aportar, pero de ninguna manera acepto que sea un tema relacionado con mi gestión.
"Tampoco puedo aceptar que se diga que el Estado de México es el de mayor número o de mayor problemática en la materia; pero más que repartir culpas, debemos repartirnos las responsabilidades", dijo como quien desconociera que, en esta entidad, desde 2008 –cuando el feminicidio ni siquiera había sido tipificado– la desaparición de mujeres se volvió una marca.
Quizá más que demagogia o mala fe, sea que Ávila Villegas no ha leído que en su estado, sólo entre enero y agosto de 2018, se han abierto formalmente 64 investigaciones por feminicidio –17 casos más que en el mismo periodo del año pasado–. Y que durante la administración que él encabezó hubo 304 casos, lo que sí puso al Edomex a la cabeza de este delito, por encima incluso de Ciudad Juárez, Chihuahua, que a nivel nacional está en el cuarto sitio.
Y hablamos sólo de cifras de su propia Fiscalía, porque las organizaciones de la sociedad civil que han documentado estos casos triplican y casi cuadruplican esta cifra. Pero al senador la consciencia y su responsabilidad como exgobernador lo deja tranquilo cuando lo justifica diciendo que es un caso más de un problema 'generalizado' en el país.
Sólo por poner un ejemplo más: Luz del Carmen, una niña de 13 años que fue sustraída de su casa en 2012, precisamente en Jardines de Morelos, y a quien por cinco años sus padres buscaron sin descanso. Hasta junio de 2017 cuando restos de ella fueron localizados a unos metros de donde desapareció. A la Fiscalía le llevó cinco años dar con ella. Y no fue trabajo suyo, sino de su madre, Araceli, quien junto con una red de madres de hijos desaparecidos, movieron piedra por piedra para encontrarla. Luz vivía en aquel entonces en el mismo predio que Juan Carlos, este hombre que le ha dado la vuelta al mundo por los crímenes que se atribuye.
El caso de Juan Carlos y Patricia ha resultado emblemático no sólo por el número de casos de violencia contra la mujer que podrían estar relacionados, sino por el tratamiento que se le ha dado y que deja ver que no hemos puesto el foco en las preguntas más importantes.
Ayer, en el Juzgado de Control del Distrito Judicial de Ecatepec, cuatro personas fueron vinculadas a proceso por este caso. Dos eran Patricia y Juan Carlos, los otros dos eran la pareja a la que se le encontró la bebé de dos meses que iba con Noemí, la joven desaparecida el 6 de septiembre en Jardines de Morelos, una de las tres por la que investigaban a la pareja de presuntos feminicidas y que podría haber sido su última víctima.
La filtración del video de su declaración ministerial, además de constituir una violación al debido proceso, perpetúa un discurso que pretende dejar a este hombre como un caso aislado de una persona que por conflictos personales comenzó a matar mujeres. Es una explicación demasiado simple para un fenómeno como la desaparición y asesinato de mujeres en esa zona del país.
¿Cómo contactaron a la pareja que tenía la bebé? ¿Cómo logró por un sexenio ocultar con esa impunidad sus supuestos crímenes? ¿De qué vivía esa pareja que a los vecinos no resultaba sospechosa? Pensar que es un caso aislado y no parte de una red más amplia que opera en esa zona es cerrar los ojos de una forma tan absurda, como las declaraciones de su exmandatario. ¿Y si nos tomamos en serio la justicia y la investigación de los casos en lugar de volver este caso una película de terror que quede en anecdotario?