Luis Estrada nos regaló estampas icónicas del político corrupto. Con personajes inolvidables nos enseñó lo que todos sabíamos: en la pirámide del hurto unos se roban puercos, otros pueblos enteros y algunos más dejan en ceros al erario. Ilustró en el séptimo arte la máxima: 'El que no transa, no avanza'; el lema de la burocracia mexicana cupo en todas sus películas.
Nos reímos de nuestra propia tragedia, del modus operandi burdo del robo, del descaro tan parecido a la realidad; sin embargo, Luis Estrada deberá actualizarse: los políticos ya no sólo roban fajos de billetes en un escritorio o piden evidentes mordidas a proveedores –es importante subrayar el "ya no sólo roban", que quede claro que lo siguen haciendo– ahora han diversificado la transa y se han especializado en un robo sistemático, han creado el arte de la corrupción.
De pronto, 100 mil pesos destinados para colocar semáforos en una carretera a Coatzacoalcos terminan convertidos en cinco mil dólares en una cuenta en Pakistán. ¿Cómo llegaron ahí? Sólo lo saben los creadores de tres empresas fantasmas que previamente han pactado con una Universidad para desviar ese 'insignificante' monto.
Lo dice bien Eduardo Bohórquez, director de Transparencia Mexicana: "Nos ha hecho mucho daño la corrupción cinematográfica, los corruptos ya no son esos voraces políticos sin escrúpulos", este sexenio nos ha dejado la especialización del desvío, nos han sorprendido con laberintos financieros y documentos sin firmas que dejan fuera de toda culpa a los cerebros detrás del desvío.
Los distintos esquemas que hemos podido ver a través de investigaciones periodísticas, nos hablan de una profesionalización en el tema de la corrupción. Personajes que tejen redes, que se cubren y que han aprovechado un sistema ya existente, para que no importe cuál sea el ladrón o corrupto en turno, el que sea tendrá opción de hacerlo.
México se ha envuelto en un complejo esquema en el que las cabezas de estas redes de corrupción pueden deslindarse diciendo: que fiscalicen mis cuentas, que me investiguen, no van a encontrar dinero público en mis cuentas. (No es que me refiera a las recientes declaraciones de la titular de Sedatu, Rosario Robles, defendiéndose de los señalamientos de millonarios desvíos durante su administración en Sedesol. Eso es mera coincidencia).
¡Claro que no van a ser aquellos personajes que desfalquen al erario público para depositar millones a una cuenta bancaria a su nombre!
La corrupción se ha vuelto compleja, tanto que no se trata del beneficio personal de un político, sino el desvío de millones a campañas para asegurar que no uno, sino todos los del clan, aseguren su permanencia en el poder.
Esta semana, sin que sea sorpresivo, pero sí una muestra de la gravedad del problema que hay que atender, nos enteramos de que México cayó en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2017, que cada año se hace a nivel mundial. Y Transparencia Mexicana, quien lo dio a conocer aquí, advirtió de las resistencias al avance del Sistema Nacional Anticorrupción como una probable causa.
"Es claro por los resultados del IPC 2017 que la corrupción es un problema institucional. Países como Chile o Uruguay, posicionados a más de cien lugares de distancia de México en el ranking, lo comprueban. Ambos fueron los únicos países de América Latina con calificación mayor a 60, lo cual puede deberse a la presencia de fiscalías independientes, con capacidades reales de investigación y persecución del delito", dijeron.
"México ocupó la posición 135 de 180 países, tiene una calificación que pasó de 30 a 29, pero es el segundo año consecutivo que cae. Si sumamos los dos últimos años son 12 lugares los que hemos caído a nivel internacional, seis el año pasado y seis este año", cuenta Bohórquez, a quien pudimos entrevistar la periodista Gabriela Warkentin y yo en el espacio de WRadio.
Y aunque este índice en específico apela a la percepción, Bohórquez es enfático en señalar que, a diferencia de lo que opina el presidente, no se queda sólo ahí, que hay otros organismos, con instrumentos medibles, donde México sigue marcando el mismo problema: estamos infestados de corrupción y eso nos pone una marca negativa a nivel internacional.
"Quien sí está actuando es la gente, la sociedad que se ha vuelto más exigente, que está cada vez más consciente que la corrupción ya no es un problema de nuestro código genético, que nunca lo fue pero que nos quisieron vender eso, el empresariado (…), la academia, donde resuena, es en una sociedad cada vez más exigente", señala el entrevistado como un halo de luz que puede ser una solución. De nuevo, somos nosotros mismos quienes tenemos en nuestras manos una solución más viable.