Jorge Berry

Justos por pecadores

Jorge Berry reflexiona sobre los señalamientos contra el príncipe saudí Muhammad bin-Salman y otras reacciones tras el asesinato del periodista saudí Jamaal Kashoggi a manos de las fuerzas de seguridad saudíes en territorio turco.

Fetullah Gulen siempre ha sido una figura controvertida en Turquía. Desde que Kemal Ataturki implementó la nueva Constitución turca en 1924, separando a la administración pública de la influencia religiosa, y sentando las bases para una república secular y democrática, grupos islámicos inconformes se organizaron para tratar de recobrar influencia. Pero no fue sino hasta la mitad de la década de los 1960 que Gulen fundó su movimiento, el Hizmet, que quiere decir "servicio", y que proveía educación religiosa a sus más de 4 millones de seguidores.

El Imam Gulen no era muy querido en círculos gubernamentales, y en 1999, con problemas de salud, emigró a los Estados Unidos, y se instaló en las montañas Pocono en Pennsylvania. Pero la influencia de su organización continuaba vigente en Turquía, y ayudó a un joven político llamado Recep Tayyip Erdogan, quien proponía el regreso de principios religiosos a la política. Para 2003, Erdogan se convirtió en primer ministro, y en 2014 y hasta la fecha, presidente.

Ya como presidente, Erdogan empezó a mostrar tendencias autoritarias, y esto provocó un rompimiento con Hizmet, que los enfrentó en las cortes turcas. Desde su exilio, el Imam Gulen se convirtió en el enemigo número uno de Erdogan. Cuando falló el golpe militar contra Erdogan en 2016, el presidente turco determinó que el cerebro detrás de la insurrección había sido el Imam Gulen.

A partir de entonces, Turquía inició una intensa campaña para lograr la extradición de Gulen, y someterlo a juicio en Turquía. Para ello, contrató los servicios del general en retiro Michael Flynn, de los Estados Unidos, a estas alturas, alto funcionario de la campaña presidencial de Donald Trump. Flynn cobró 500 mil dólares. Con Trump ya como presidente electo, testigos informan de una reunión que tuvo el general Flynn con oficiales turcos, en donde se discutió un plan para secuestrar al clérigo, y devolverlo a Turquía de manera clandestina. Nunca se implementó.

Trump designó al general Flynn como el futuro asesor de seguridad nacional para su administración, lo que hizo más extraña aún la publicación de un artículo de opinión en el New York Times, en donde Flynn argumentaba que era necesario apoyar a Turquía, aliado de Estados Unidos, en su intento de extradición de Gulen. El artículo apareció el día que Trump tomó protesta.

Ya desde la Casa Blanca, Flynn pidió al Departamento de Estado implementar la extradición. Le respondieron que era imposible, pues Gulen era residente legal de EU y no había y base jurídica para iniciar el proceso. Flynn ya no pudo hacer nada, porque a los 23 días de asumir el cargo tuvo que renunciar en medio del escándalo, al revelarse que mintió al FBI, delito por el cual está esperando sentencia.

Ahora el Imam peligra de nuevo. Luego del asesinato del periodista saudí Jamaal Kashoggi a manos de las fuerzas de seguridad saudíes en territorio turco, el gobierno de Erdogan ha ejercido fuerte presión sobre Arabia Saudita por la escandalosa ejecución extrajudicial del periodista, y acusa directamente al príncipe heredero saudí, Muhammad bin-Salman, de haber ordenado el crimen.

Donald Trump y su yerno, Jared Kushner, tienen una relación muy cercana con el príncipe saudí. Han tratado, por todos los medios, de contener el escándalo para perjudicar lo menos posible el futuro político del príncipe, y su relación con la Casa Blanca, que incluye no sólo temas de la relación bilateral entre países, sino poderosos intereses monetarios personales.

¿Cómo ayudar al príncipe? Convenciendo a Turquía de que baje la presión de sus cuestionamientos. ¿Qué quiere Turquía? La extradición del Imam Fetullah Gulen.

Por ello, la Casa Blanca, sigilosamente, solicitó al Departamento de Estado que reabriera el expediente de Gulen para encontrar alguna maniobra legal que les permita extraditarlo. ¿Cómo nos enteramos? Funcionarios de carrera en el Departamento de Estado, al recibir esta directriz, se indignaron ante el obvio intento de pasar por encima de la ley, y filtraron la información a la prensa. Mike Pompeo, el secretario, no ha hecho comentarios.

No es una sorpresa. Así opera el mundo de Trump. Sus intereses personales, por encima de todo. Mientras, el futuro, y hasta la vida del Imam, penden de un hilo.

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