Amarres

Conflictos de interés… en Estados Unidos

Los conflictos de interés en Estados Unidos tienen consecuencias, escribe Jorge G. Castañeda, y dice que ojalá en México fuera igual.

En todas partes se cuecen habas. Los conflictos de interés han sido quizás el leitmotiv del sexenio de Peña Nieto en México. Higa, NAICM, Juntos Podemos, Odebrecht, más lo que se acumule, son todos, en el mejor de los casos, ejemplos de mezclar servicio público y negocios privados. Pero los conflictos de intereses pueden también ser "el fin del principio" (Churchill) de Donald Trump, o por lo menos de su familia.

En los últimos días han surgido una serie de revelaciones sobre la coincidencia en el tiempo y en el espacio, por así decirlo, entre decisiones de política exterior o de reuniones en la Casa Blanca, por parte del yerno de Trump, Jared Kushner, e incluso de la hija del presidente, Ivanka. Algunas pueden ser sólo coincidencias, pero ya empiezan a ser muchas. Y el cerco se achica.

Según diversos medios periodísticos que suelen ser confiables en Estados Unidos, por ejemplo, las empresas de Kushner estuvieron solicitando financiamiento a distintas fuentes en diversos países, para hacer frente a una enorme deuda (cuyo pago de 1.2 mil millones de dólares se vence a principios de 2019). Entre otros, en abril del año pasado se le solicitó al emir de Qatar 180 millones de dólares. Aparentemente este se negó a invertir en las empresas de la familia Kushner. Treinta días después, contra el punto de vista de los secretarios de Estado y de Defensa, Kushner convenció a su suegro de que Estados Unidos apoyara el bloqueo que decretaron Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos contra Qatar.

En esas mismas fechas, después de diversas reuniones con Kushner en la Casa Blanca, un fondo de inversiones llamado Apolo, y el banco Citibank, extendieron préstamos cuantiosos a los negocios de la familia Kushner. De nuevo, es muy difícil establecer una relación causal entre lo uno y lo otro. Pueden ser meras coincidencias, pero también puede tratarse de un método o modus operandi de la familia Kushner en la Casa Blanca, con el visto bueno del presidente de Estados Unidos.

Si a esto se le suma la investigación que aparentemente comenzó acerca de los negocios de Ivanka Trump y las razones por las cuales le ha sido negado hasta ahora el acceso a documentos clasificados top secret a Jared Kushner, debido a la sospecha o la certeza por parte del FBI de que agencias de inteligencia norteamericanas detectaron conversaciones de altos funcionarios de cuatro países sobre la vulnerabilidad de Kushner en vista de sus negocios, y que buscaban aprovecharse de él, empieza a plantearse un serio problema para el yerno de oro.

Las mismas fuentes periodísticas norteamericanas han subrayado estos últimos días cómo el propio Trump estaría ya harto de los problemas de Kushner, de los negocios de su yerno y de los problemas financieros de las empresas de su familia. El caso emblemático es, desde luego, el edificio 666, antes Tishman, en la Quinta Avenida, que compró la familia Kushner por 1.8 mil millones de dólares, una suma astronómica para una propiedad que no valía ni remotamente eso, ni siquiera en 2007, meses antes del fin de la burbuja de bienes raíces en Estados Unidos. Como van las cosas, todo indica que Kushner va de salida, probablemente de la mano de su esposa. Los conflictos de interés en Estados Unidos tienen consecuencias. Ojalá en México también, pero para eso es indispensable una comisión de la verdad que investigue los hechos de corrupción de los últimos tres sexenios, en caso de haberlos, para que pueda llevar a cabo la misma tarea que hoy en día realiza Robert Mueller, el fiscal especial nombrado para investigar todos los escándalos de Donald Trump.

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