Autonomía Relativa

AMLO, el autoritario

Los gobernantes que actúan por capricho no pueden dar garantías de justicia, escribe Juan Ignacio Zavala a propósito de los arranques de AMLO.

Ya en campañas hay que tomar en serio lo que dicen los candidatos. El problema de los que van arriba en las encuestas es que se deben cuidar, cada cosa que digan será evaluada con rigor. No es poco lo que está en juego como para tomarlo a la ligera. Se trata de la elección del presidente del país. Esta decisión implica no solamente los próximos seis años, sino el resultado de lo que el electo haga durante esos seis años. El resultado puede ser fatal y durar años.

Por supuesto que la lupa está puesta sobre López Obrador y así debe ser. Que el señor esté en posibilidad de ganar las elecciones me parece delicado. Tan sólo sus bravatas sobre el aeropuerto han generado nerviosismo en sectores de inversionistas internacionales. Y no porque pretenda actuar contra la corrupción, lo cual es necesario, sino porque todo apunta a que se trata de un capricho. Los gobernantes que actúan por capricho no pueden dar garantías de justicia. Es claro que Andrés Manuel tiene problemas con los aviones y los aeropuertos: los quiere vender o suspender.

Andrés Manuel siempre ha generado temor por sus arranques. Decir que es peligroso no es algo que carezca de sustento. Y no porque vaya a convertir esto en un polvorín, sino porque estamos ante un hombre básicamente desequilibrado que gusta de la agresión, el enfrentamiento y la falta de control en su temperamento –todo esto aunado a una falta de comprensión del mundo en que vive–. Uno de los resultados de todo esto es su conducta autoritaria traducida en anuncios, declaraciones y amenazas.

Que AMLO promueva cerrar Los Pinos para convertirlo en un centro cultural o lo que sea es otro de los rasgos de su autoritarismo. Él seguramente piensa que el presidente lo puede todo, porque creció en esa idea de que el presidente es omnipotente, y que por lo tanto dispondrá a su antojo del país. Si llegara a ganar, Los Pinos no son la casa de AMLO como para que llegue y la venda. Es casa del titular del Poder Ejecutivo, del presidente de México y quien sea que gane no es dueño de ese lugar como para disponer de otro uso. Fox hizo muy mal en quitar la residencia y cambiarla por cabañitas. Se debió quedar en esa residencia y si le gusta dormir con botas, pues adelante, pero no tenía por qué desaparecerla. Si a López Obrador todo le parece exceso, puede vivir sin muebles, dormir en una cama de clavos o lo que mejor le parezca, pero no convertirla en acuario. Seguramente Trump quisiera vivir en una casa dorada, pero no puede: la del presidente de Estados Unidos es la Casa Blanca. Probablemente su recámara es dorada con canales de porno y sus demás gustos, pero no puede disponer de ese inmueble.

Son las desproporciones de Andrés Manuel que se sueña todo poderoso. El día de ayer volvió a circular profusamente un video en redes sociales en el que agrede a los egresados del ITAM: "Por lo general son malos técnicos que se creen científicos, pero además lo más lamentable y reprobable es que son corruptos". Se trata de la agresión de un candidato a la presidencia a una escuela. Es su gusto por el enfrentamiento y la descalificación, su desprecio por los demás.

Hay que decirlo claramente: las de López Obrador no son ocurrencias, son amenazas.

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