Julio Madrazo

Aeropuerto que no funciona

Julio Madrazo comparte la odisea que vivió en un vuelo que lo llevaría de Guadalajara a la Ciudad de México.

A las 19:30 del domingo 23 de septiembre abordamos el vuelo que nos llevaría de Guadalajara a la Ciudad de México. Todo parecía ir bien. En la Perla Tapatía no sabíamos que en la capital había caído un chubasco, como sucede casi a diario durante el largo verano de lluvias.

A las 19:40 el capitán nos avisó que el despegue se había retrasado 20 minutos debido a fuertes lluvias en el aeropuerto Benito Juárez. Despegamos a las 20:00, el vuelo sería de 55 minutos. No fue así. A las 21:15, una vez más, la voz del capitán nos explicó que nos tenían en secuencia de espera, ya que una de las pistas estaba inundada.

Aterrizamos a las 21:45, pero estuvimos esperando sala 20 minutos. A las 22:05 el capitán, culpando al aeropuerto, nos dice que "en no más de 15 minutos estaremos en la sala 11". 22:30 estamos frente a la sala, pero no podemos llegar. El gusano de la sala quedó inmovilizado por las lluvias. Nos trasladan hasta el final del aeropuerto, tal vez a una sala remota. A las 23:00 nos comunican que un autobús viene en camino, será la forma más rápida de desembarcar. Transcurren otros 25 minutos. No llega el autobús ni nos movemos. A las 23:25 el avión camina, una vez más, rumbo a la sala 11 que ha sido arreglada. Finalmente bajamos del avión, tres horas más tarde de lo que debimos haber llegado.

En otras palabras, la aerolínea estaba lista y a tiempo, la patética infraestructura del Benito Juárez fue la causa del atraso. La lluvia ni siquiera había sido tan intensa. Dado el caos, la cola de aviones casi no cabía en las pistas de carreteo. ¿Cuál es el costo económico y social de un aeropuerto en este estado?

Es cierto, México no está en bancarrota, pero es difícil encontrar una cosa importante en la que Enrique Peña Nieto no entregue el país en peor estado del que recibió en 2012.

COLUMNAS ANTERIORES

Invertir en nuestros policías
¿Fin de los viajes de negocios?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.