El Globo

El empleado de Putin

Los hechos de la última semana a nivel internacional abonan la teoría que apunta a una relación de sometimiento entre Trump y Putin.

Las teorías de conspiración, aquellas que especulan sobre asuntos sospechosos, que pretenden explicar escándalos o hechos extraordinarios, y cuyas versiones oficiales generalmente resultan inverosímiles, con frecuencia fallan porque carecen de evidencia sólida, de hechos comprobables en la realidad.

Así sucede con las muchas teorías sobre los atentados del Pentágono 9/11, o quienes afirman que la final de la Copa del Mundo en Rusia estuvo pactada por la FIFA, y tantas más. O tenemos las propias, las que afirman sin temor a duda ni error un supuesto pacto entre AMLO y Peña para su llegada al poder. Totalmente increíble.

Es por ello que a principios de 2017, cuando se empezaron a acumular no sólo señalamientos y acusaciones, sino pruebas contantes y sonantes sobre una supuesta interferencia, invasión –digital- o intromisión en las elecciones de Estados Unidos desde aparatos de inteligencia rusos, pareció igualmente distante de la realidad. Ya a finales de la campaña, cuando el candidato republicano expresaba su admiración por Putin sin rubor alguno, llamaba la atención. Circulaba entre periodistas en Washington y luego se extendió por muchas partes, la versión del hipotético encuentro del empresario Donald Trump con prostitutas rusas, en una suite del Four Seassons de Moscú durante la realización del Miss Universo en 2013, y que ese encuentro habría sido grabado por una cámara, material en poder del todo poderoso señor Putin.

Todo descabellado, lejano a la realidad, más creíble como parte de un guion de película de espionaje.

Sin embargo, los hechos de la última semana a nivel internacional abonan fuertemente la teoría que apunta a una relación de colaboración, entendimiento, sumisión y más aún, sometimiento, entre Trump y Putin.

Hechos: El presidente de Estados Unidos atiende a una cumbre con 'sus aliados' –ya no sabemos si mantienen el estatus– de la OTAN y sostiene encuentros ásperos, discordantes, de exigencias mutuas y de acusaciones. Trump solicita en tono de chantaje emocional –"me sentiría muy feliz"– que los países miembros incrementen su gasto en seguridad e inversión militar para equilibrar la aportación que Estados Unidos realiza para la seguridad mundial; miente al declarar que "solucionó la crisis" –que no existía– pues, como señaló al día siguiente el presidente de Francia, Emmanuel Macron, existía ya un acuerdo desde 2016 de un incremento de 2.0 por ciento del PIB comunitario para 2020 en materia de seguridad.

Trump declara que la Unión Europea es enemiga de Estados Unidos en una franca agresión a sus aliados, donde todos, con excepción de Canadá, son miembros del bloque.

De Bruselas se traslada al Reino Unido, donde comete otra serie de majaderías y agresiones a sus anfitriones, al declarar que Boris Johnson –exsecretario de Asuntos Exteriores y defensor a ultranza del Brexit, apenas renunciado días atrás– sería un gran primer ministro.

El Daily Mirror de ayer lunes publicó en su portada una foto de un presuntuoso Trump sentado en la silla de Winston Churchill: "Usted insultó a nuestro país, atacó nuestro sistema nacional de salud, avergonzó a la reina, degradó nuestra 'relación especial', humilló a nuestra primera ministra, y luego, de forma presumida, posa en la silla de Winston Churchill... Cómo se atreve".

Ayer lunes Trump se reunió con Putin en Helsinki, territorio neutral y, literalmente, se puso de tapete. Le dijo frente a frente en plena conferencia de prensa, "Yo creo al presidente Putin cuando me dice que ellos no tuvieron nada que ver con la supuesta intervención digital de las elecciones estadounidenses". De un plumazo, el presidente americano humilló y denigró al considerable aparato de inteligencia de su país (CIA, NSA, Pentágono, etcétera) al otorgarle la razón a quien toda esa comunidad considera el principal enemigo y amenaza contra la seguridad de Estados Unidos. Trump exoneró a los rusos frente a la prensa mundial, justo cuando el Departamento de Justicia de su país presentó cargos contra 12 ciudadanos rusos por su intromisión en el proceso electoral.

Rusia invadió Ucrania en 2014 y se anexó la península de Crimea como un castigo doloroso e inolvidable. La Unión Europea estuvo muy cerca de sumar a Ucrania como país miembro y eso provocó la reacción volcánica y furiosa de Putin.

Desde entonces, sus principales objetivos estratégicos se centraron en dos: desestabilizar a la Unión Europea, desintegrarla si es posible; y debilitar al gobierno de Estados Unidos.

La conducta, el comportamiento, las declaraciones, el ofensivo trato a sus aliados, la feroz disputa interna contra la investigación del FBI (Russiagate) construyen enorme evidencia en contra de Trump. Todo parecería apuntar a que Donald Trump trabaja para Vladimir Putin, es su empleado, su agente, su colaborador, su infiltrado en el primer círculo del poder mundial.

Veremos ahora si eso afecta sus índices de popularidad, recientemente fortalecidos por el buen desempeño de la economía. Por lo pronto, enfrentará el enojo y el rechazo de un importante círculo de poder en Washington.

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